Miércoles. 1 de Septiembre de 1813.

66º día de Sitio.

                         Durante la noche del 31 de Agosto al 1 de Septiembre, el Teniente General Graham abandona momentáneamente el sitio y parte para el frente de la frontera con Francia, donde se ha desarrollado una gran batalla, San Marcial. Esa misma noche parten en un barco, rumbo a Inglaterra, las últimas voluntades de Sir Richard Fletcher, en un paquete mandado por Ellicombe.

                          Los franceses han izado la bandera tricolor en lo alto del castillo. Tal vez una de sus intenciones sea el que esta se pueda observar desde las costas francesas, de esta forma, sus compañeros podrán saber que aún resisten.

                         Climatológicamente la noche ha sido terrible, con truenos, relámpagos, viento y aguaceros. Las baterías han sufrido mucho. A pesar de estar construidas sobre arena, se encuentran inundadas, con más de un metro en algunas de sus zonas más bajas. El Teniente Coronel Fraser tiene que ir inmediatamente, a primeras horas de la mañana. La situación en estos puestos artilleros es muy difícil.

                        Durante la mañana, regresa Graham acompañado por Wellington y Beresford, el mariscal que se encuentra al mando de todas las tropas portuguesas. Visita las trincheras y estudian el nuevo plan de sitio, mientras se efectúa de forma continuada fuego con los morteros, y de vez en cuando con los cañones, contra el castillo. El plan aprobado consiste en:

  • Establecer nuevas baterías sobre las fortificaciones de la ciudad.
  • Objetivos:    
  1.                          Destruir la Batería del Mirador.
  2.                          Destruir la Batería de la Reina.
  3.                          Destruir el "donjon" del castillo.
  4.                 Destruir todos las paredes y muros que unen estas baterías y fortificaciones.
  5.                          Impedir a la guarnición surtirse de agua.

                     El suministro de agua para las tropas francesas, se efectuaba gracias a la fuente que se encuentra en la ladera norte de monte. Actualmente todavía se conserva, aunque en un estado de semi abandono. Las baterías enclavadas en la isla de Santa Clara serán las encargadas de obstaculizar este continuo suministro.

                     Fraser, desde la batería nº1 situada en el Alto de San Bartolomé, observa la ciudad.

                      Desde esa posición se fija en el convento de Santa Teresa, y de las huertas y jardines que tiene a su espalda, que se extienden a lo largo de la cara del monte. Sería una manera más sencilla de poder subir por la ladera del monte, pero actualmente se encuentra en posesión de los franceses. Esta apreciación se la comunica personalmente a Graham, instando a su rápida conquista, pero se lamenta de que nadie coincide en la urgencia de su toma.

                    Un testigo presencial que sí estuvo dentro de los muros fue Gleig. Su descripción del infierno es atroz.

                         La situación de los 1280 defensores, los 400 prisioneros y los 370 heridos, es muy difícil. No hay suficientes refugios para protegerse de las bombas, y están continuamente siendo observados por el enemigo. Las laderas del monte se encuentran completamente carentes de vegetación. Cualquier movimiento es rápidamente captado. Los edificios se encuentran en casi total ruina como consecuencia de las bombas aliadas. Carecen de tiendas de campaña, de cocinas, de casi todo lo imprescindible para sostener la defensa. Sus municiones y sus víveres están desprotegidos. La tropa tiene que vivaquear al raso, protegidos por las angulosas rocas. Principalmente se aglomeran en las baterías del Mirador, de la Reina y de las Damas, así como en los caminos que las unen, y en las trincheras de la primera línea frente a los atacantes.

                       A pesar de esta difícil situación, a lo largo de esta jornada efectúan un rabioso fuego desde sus posiciones defensivas contra las ocupadas por el enemigo, tal y como nos indica Fraser.

Jueves. 2 de Septiembre de 1813.

67º día de Sitio.

                           En las memorias de Leith Hay, existe una descripción del estado real dentro de los muros de San Sebastián este segundo día de Septiembre. El oficial penetró en la conquistada plaza. Dejemos que sea él quien nos describa la realidad de nuestra ciudad.

                             Dentro, en medio de las asfixiantes calles, Leith Hay se encontró con el General Hay. Su aspecto, ennegrecido por los incendios y el polvo, indicaba que no había tenido un momento de descanso desde la toma de la ciudad. Trataba de recomponer el orden entre las filas aliadas, y controlar las llamas que rodeaban las posiciones de primera línea que ocupaban sus hombres.

                         Casi toda la acción se centraba en el convento de Santa Teresa, del que una parte permanecía en poder de la infantería francesa. Solamente el piso más bajo estaba ocupado por los hombres del 9º Regimiento de línea británico. La lucha en su interior era feroz. No había tregua. El camino de subida al castillo, que pasaba y sigue pasando por delante de la fachada principal de este convento, era una zona muy peligrosa.

                         En los combates que se desarrollan en esta zona de la ciudad, se utiliza a los prisioneros franceses para recuperar a cualquier herido que hubiese caído en una zona peligrosa. Fraser puntualiza que manifestaban un total rechazo a ser utilizados en esa peligrosa función.

                       Las baterías aliadas efectúan este día un intensísimo fuego de mortero contra el castillo y las distintas posiciones del monte Urgull. La situación de las tropas francesas es imposible. Intentan salvar a sus heridos, situándolos tras la protección de las peñas y rocas, pero ante las trayectorias curvas de este tipo de proyectiles, resultaban continuamente alcanzados. Intentaron guarecerlos mejor en un antiguo polvorín y en una barraca adyacente, enarbolando una bandera negra a modo de indicativo de que se trataba de un hospital. Para aumentar las garantías de seguridad, rodearon este edificio con los prisioneros, claramente visibles gracias al color rojo de sus casacas.

Almacén de Bardocas.
Casi con toda seguridad se trata del lugar donde se desarrollaron estos hechos.

 

 

                         El Teniente de Ingenieros Jones, prisionero desde el asalto del día 25 de Julio, protestó enérgicamente. Indicó que esa astucia sería mal entendida por los ingleses, dándoles a entender que se trataba de un polvorín camuflado como hospital. Lamentablemente tenía razón, y la artillería aliada disparó inmisericordemente contra esa posición, a pesar de encontrarse ocupada por sus compañeros prisioneros. Muchos heridos franceses fueron alcanzados, lo mismo sucedió con los cautivos, de los que resultaron muertos 38 hombres.

                        Este desagradable acontecimiento provocó una carta de protesta de Wellington al General Rey, a través del Teniente General Graham.

                      El mismísimo Lord Wellington comunicó al General Hay, mediante una carta fechada en Lesaca el día 5 de Septiembre, su temor a que los franceses intentasen un contraataque por su lado izquierdo, es decir, el más cercano al convento de Santa Teresa. De ser así, no dudaba que en un primer momento llegaran a apoderarse de todo el interior de la plaza, pero de lo que si estaba seguro, es que tras el contraataque británico, esta sería totalmente reconquistada. De todas maneras, para asegurar mejor sus posiciones, le recomienda mantener con cuidado su primera línea, reforzarla con una segunda ya dentro de la ciudad, y una tercera en la línea de murallas.

                         En su despacho fechado este día en Lesaca, y conocedor de los sucesos que están desarrollándose en las calles de nuestra ciudad, aconseja a Graham trasladar a la 5ª División hacia el campamento de la 1ª, dejando en la ciudad las Brigadas Pack y Bradford, que estima serán suficientes para el correcto desarrollo de la acción. Incluso insinúa que se mande un preboste* a la ciudad y que este se encargue de erigir un patíbulo dentro de sus muros. Opina que estos se deben mantener cerrados al libre tránsito de personas, a excepción de las que tienen órdenes que cumplir.

*Se trataba de  un oficial de la policía militar reconocido por su gran severidad, que solía juzgaba en última instancia,  y sin apelación posible, los crímenes y  delitos cometidos por los desertores y los soldados, así como los casos de crímenes graves cometidos en los caminos. Se caracterizaban por un cordón de color rojo alrededor del hombro derecho.

                       El Mariscal aprovecha este despacho para quejarse de los problemas de comunicación y los retrasos que tienen los correos en llegar con los mensajes y cartas.

                        El Coronel Dickson, el Teniente Coronel Fraser y el Jefe de los Ingenieros tras la muerte de Fletcher, John Fox Burgoyne, buscan los nuevos emplazamientos para las baterías que van a tener que ser utilizadas contra las defensas del castillo. Descartan la opción inicial de situar los cañones en la cortina principal, por ser demasiado estrecho. Las opiniones empiezan a decantarse por situar la principal y más potente en la plataforma del hornabeque de San Carlos.

 

 

                            Fraser nos menciona que en este momento seguía en llamas los edificios de la zona de norte de la Plaza Mayor, incluido el Ayuntamiento. Cuando regresó de la cena, la noche del Jueves al Viernes, su espectacular fachada se había derrumbado completamente. El edificio, obra del arquitecto Hércules Torrelli, había desaparecido junto a todos los documentos que guardaba en sus archivos.

Viernes. 3 de Septiembre de 1813.

68º día de Sitio.

                       Durante la noche se lanzan algunos disparos aislados de morteros. Tal vez como consecuencia de este bombardeo, izaron una bandera de tregua a primera hora de la mañana. Al ser vista por los aliados, se manda un alto el fuego general a las 11'15 horas de la mañana. (Hay otras fuentes como la de Jones, que sitúan la hora del alto el fuego a las 12 del mediodía).

                         Se va a realizar un nuevo intento de negociación en busca de la rendición francesa. Wellington quiere aprovechar esta circunstancia para expresar su más enérgica protesta el General francés por la utilización de los prisioneros aliados en trabajos expuestos al fuego de la artillería aliada. Según las leyes y convenios internacionales esto estaba completamente prohibido.

                       Las negociaciones se inician, y el General Rey es rápidamente informado del fracaso completo de la ofensiva francesa que buscaba aliviar el sitio. El parlamento se ve roto ante las peticiones y la arrogancia del General francés. Pedía una suspensión de las hostilidades durante un período de quince días, en el cual se comprobaría si Soult tenía posibilidades reales de aliviar a la guarnición del asedio. Si esto ocurría, los aliados se comprometerían a dejar salir a los defensores hacia Francia gracias a un paso libre. Estas pretensiones eran totalmente inaceptables, más aún, viendo como se estaban desarrollando los acontecimientos, tanto en San Sebastián, como en el frente situado en la frontera con Francia.

                         Mediante una carta de Graham al Coronel Dickson, el Teniente General le indica la ruptura de las negociaciones, y que el bombardeo se reanudará  a las 21 horas de la noche. Para ello tiene que preparar tres howitzers, que serán los que inicien el bombardeo. En la carta, también menciona la expresión utilizada por el General Rey en la negociación:

                          "Tienen Jurado defender su puesto hasta el último extremo."

                         Es muy interesante disponer de una detallada descripción del estado real de la ciudad ese día, escrita de primera mano, por el Teniente Coronel Fraser. Nos describe lo que encuentra de la siguiente manera:

                     Si efectuamos un análisis muy por encima de estas líneas, podremos entresacar varios puntos interesantes. El primero sería el desprecio que siente hacia sus tropas, por cómo se han conducido tras la conquista de la ciudad. La segunda es más terrible aún. Describe a los donostiarras sobrevivientes como en estado de shock. Esta pobre gente ha llegado al límite.

                    Fraser continúa con su inspección a las fortificaciones de la ciudad. Descubre que todos los cañones han recibido impactos de los proyectiles aliados. La mayoría de los hocicos de los cañones franceses presentan muescas de golpes de los proyectiles luso británicos. Un hecho curioso sucede en el semi bastión de Santiago. Estudiando los cañones tomados a los franceses, se encuentran con un howitzer inglés de 5', con el numeral 388. Esta pieza la habían perdido los británicos en la batalla de La Albuera.

                       Desde allí ascienden por la brecha. Desde lo alto se dan cuenta del enorme desnivel existente hasta el suelo interior de la ciudad. Todavía quedaban las escalas preparadas por los atacantes, apoyadas contra los muros interiores. A pesar de haber sido unidas unas con otras, no daban la altura necesaria para ser correctamente utilizadas.

                       Descienden desde la brecha a lo que califica como una auténtica perrera. Cualquiera que hubiese podido descender se encontraría encerrado en ese espacio, con unas potentísimas barricadas enfrente, y el fuego de la guarnición desde la posición más elevada, que mantuvieron los defensores hasta el último mo0mento, del Cubo de Amezqueta. Este pequeño recinto preparado para la muerte, o perrera, como lo califica nuestro oficial, estaba cerrado también por los incendios de las casas que lo rodeaban, a una distancia de tan sólo diez metros.

                         El gran y más terrible descubrimiento que realizaron fue el de un "saucisson" o mecha, preparada para volar una mina que hubiera acabado con toda la derecha del ataque británico. Estaba cargada con nada menos que 1200 kilogramos de pólvora.

                      Los efectos de la mina explosionada por los franceses al comienzo del ataque aliado, junto al muro del mar, también les dejó sorprendidos. En un principio, en la confusión del ataque, no se dio importancia al suceso. Todo el mundo pensó que había fracasado. Pero al acercarse al lugar vieron con sus propios ojos que había causado más daños de los que en un principio se pensó. El desplome de la pared de sustentación del glacis contra el agua del mar, había afectado a 17 hombres, cuyos cuerpos encontraron aplastados entre los escombros. También encontraron muertos británicos en los pocos tejados que aún se mantenían en pie. Sus encarnados uniformes los hacían fácilmente reconocibles.

                          Dentro de la ciudad, en una barricada entre la torre de Amezqueta y la brecha más a su derecha, encontraron muertos franceses. Estaban amontonados, unos junto a otros, en una barricada, que aislada, no había podido ser abandonada a tiempo. Todos sus defensores fueron inmisericordemente aniquilados. Otro hecho que llamó la atención de todos los oficiales aliados es la proliferación de cuerpos descabezados tras la cortina principal del frente de tierra de la ciudad, y en su camino superior. Los artilleros imperiales habían permanecido valientemente en sus posiciones hasta el último momento, a pesar de encontrarse totalmente expuestos al fuego de enfilada de los cañones enemigos.

                       Al encontrarse con algunos soldados franceses prisioneros, sucumbieron a la tentación de interrogarles.

                       Lo verdaderamente curioso, es que el prisionero le había facilitado el número exacto y real, de las tropas francesas que quedaban resistiendo en el castillo y sus defensas. Los prisioneros, entre los que se encuentra hasta uno de los secretarios personales del General Rey, informan, y todos coinciden en sus afirmaciones, que el General no es reacio a rendirse, pero que está muy presionado a no hacerlo por su Ayudante, el Caballero De Songeon y el Jefe de la Artillería Brion.

                      Por otro lado, los prisioneros aliados que han sido liberados, afirman y aseguran que han sido correctamente tratados en todo momento, incluso que los heridos han sido atendidos de la misma manera que lo hicieron con sus propios hombres.

 

 

                          Tras estas visitas y conversaciones, se introdujeron en el arsenal de artillería capturado, situado en el convento de San Telmo. Leamos a Fraser como nos describe lo que encontró, y el susto que se llevó cuando salía del edificio.

 

                         El convento de Santa Teresa sigue en manos de los franceses. Hay rumores de que los británicos barajan la posibilidad de preparar una mina contra el edificio, lo que causaría su total destrucción. Leith Hay, como parte del Estado Mayor del General Hay, junto a este oficial superior y el resto de oficiales se desplazan por diferentes posiciones de la conquistada ciudad. Cuando llegan a inspeccionar la parte más conflictiva de la primera línea del frente, es decir, el convento de Santa Teresa, uno de los ayudantes del General resulta muerto. Leamos a Leith Hay el relato de este episodio.

                         El saqueo de la ciudad continua sin descanso. Ya no quedan muchas cosas que poder robar, pero una nueva pesadilla se desata sobre todos los moradores de la ciudad y alrededores, que afecta incluso a los mismísimos británicos. La inseguridad se apodera de todos los caminos con el final del día. Incluso los oficiales tienen miedo si se tienen que desplazar solos. Ante los oficiales de artillería se lamenta el capitán de uno de los buques de transporte, quien mientras paseaba curioseando a su alrededor, fue asaltado por un grupo de soldados. El resultado fue la pérdida de su chaqueta, los zapatos, las medias, y por supuesto, todo el dinero. Los oficiales se sienten incapaces de restaurar de manera rápida el orden. La recomendación que dan al marinero es que regrese cuanto antes a la seguridad de su buque.

                           El incendio de la ciudad sigue vivo aún, por lo que Wellington envía cartas a Graham indicándole su preocupación al respecto. Sería muy peligroso que las llamas llegasen a la zona del puerto, indica, por lo que considera necesaria la realización de algún tipo de cortafuegos entre las casas a base de arena, derribando incluso alguna de las casas. Esta preocupación está claramente motivada por el riesgo de que la vanguardia de sus líneas se queden incomunicadas del resto de tropas por las llamas.

                       Durante la noche, amparados por la seguridad que les da la oscuridad, es comenzada la batería para tres cañones que se situará justo al lado del antiguo reducto circular, y la batería que llevará el peso del bombardeo, situada en la terraza del hornabeque de San Carlos. En esta se pondrán en juego 17 piezas de 24'. La batería nº 15, situada a la derecha del Urumea, está siendo despojada de sus armas, 15 de las cuales están listas para ser trasladas esta noche a su nueva posición.

Sábado. 4 de Septiembre de 1813.

69º día de Sitio.

                        El día amanece caluroso. Será una jornada caracterizada por un húmedo bochorno, que dificultará los trabajos de los dos bandos. Estará acompañado por fuertes aguaceros, que refrescarán a los hombres un poco, para después volver a oprimirlos con un elevadísimo índice de humedad.

                       Con las primeras luces del día, alrededor de las cinco de la mañana, los trabajos de traslado de los cañones de una orilla a la otra se interrumpen. Las baterías francesas, si se percatan de estas maniobras, podrían abrir fuego contra los grupos de trabajo, lo que produciría muchas bajas. El resultado de una agotadora noche de trabajo ininterrumpido es desalentador. Solamente se ha colocado en su nueva posición una sola pieza de 24 pulgadas y dos carros. La aparición de un fuerte vente hizo que las aguas del Urumea, a pesar de estar en marea baja, fluyesen a demasiada velocidad. Las cuadrillas estaban cansadas, lo mismo que los bueyes, se quejaba amargamente Fraser.

                        Ante este pobre resultado, se decide seguir con las maniobras a plena luz del día, ante los ojos de los servidores de las baterías artilleras enemigas. A pesar de ser un blanco fácil, los defensores no dispararon ningún proyectil contra ellos. El resto de cañones y morteros no afectados por este traslado, continúan haciendo un fuego regular contra todas las fortificaciones francesas del monte Urgull. El bombardeo se hace de manera espectacular, con alguna salva coordinada de todos los morteros al mismo tiempo.

                         Los franceses acusan ya los devastadores efectos de las bombas sobre sus posiciones. En el informe oficial de Rey fechado el 4 de Septiembre, se da cuenta de la destrucción de uno de sus polvorines. En este almacén estaban guardados sesenta y tres proyectiles huecos. Afortunadamente no han tenido ningún herido como consecuencia de la explosión. El resto de almacenes están en muy mal estado. Casi todos son de madera, y como consecuencia de las constantes e intensas lluvias, y la caída de algún que otro proyectil, se encuentran en un deplorable estado. En una situación no excepcional como la que están viviendo, estarían declarados como fuera de servicio.

                      El número total de piezas que van a ser utilizadas por los aliados en esta jornada, extraídas de los datos facilitados por Fraser, serán:

  • 14 cañones de 24 pulgadas.
  • 4 carronades de 68 lb.
  • 6 howitzers de 8 libras.
  • 4 morteros de 10 pulgadas.

                               TOTAL 28

  • 1500 proyectiles para cañones.
  • 1000 proyectiles para howitzers.
  • 800 proyectiles para morteros. 

                          Existe un informe realizado por Brion, Jefe de la Artillería francesa, en el que se da cuenta del número de cañones enemigos, sus posiciones y sus objetivos con fecha de este día.

                          Las bocas de fuego con que cuentan los defensores franceses, son también enumeradas en este informe.

  • 3 morteros de 12' enfilando la ciudad.
  • 1 obús de 8' sin proyectiles enfilando la ciudad.
  • 1 cañón de 6' con el afuste arruinado (sólo aguantará un disparo).
  • 2 cañones de 4' con los afustes arruinados (sólo aguantarán un disparo).
  • 3 cañones de 24' defendiendo la zona de costa. (Muy expuestas al fuego de flanco de la isla de St. Clara)
  • 1 cañón de 18' defendiendo la zona de costa. (Muy expuesta al fuego de flanco de la isla de St. Clara)

                        Podemos comprobar que las únicas bocas de fuego útiles son las de 24' de costa. Para ellas disponen de alrededor de doce mil libras de pólvora, resguardadas en un almacén de la parte alta del castillo.

                      Los franceses abren una nueva negociación intentando que se produzca un  intercambio de prisioneros. Los aliados se niegan desde el primer momento, postura que es apoyada por Wellington en una carta dirigida a Graham y fechada en Lesaca el 5 de Septiembre.

                       El joven Teniente español De Lamadrid, que se encuentra en las carreteras cercanas a San Sebastián, se cruza, en las inmediaciones de Hernani con una columna de carros que transportaban a los heridos ingleses, portugueses y españoles, de las diferentes acciones ocurridas el día 31. La intendencia de los distintos ejércitos es muy distinta. Mientras que los británicos se encuentran en cómodos carros de cuatro ruedas provistos de toldos que impiden que los heridos sufran por el Sol y los aguaceros, los españoles son trasladados encima de carros típicos del país, pequeños e incómodos. Al llegar a Hernani se encuentra con una población totalmente ocupada por oficiales heridos y civiles sobrevivientes del saqueo de la ciudad. Allí escucha los relatos de los horrores sufridos por sus compatriotas.

                          Este día el convento de Santa Teresa es definitivamente ocupado por los hombres del 9º Regimiento de Infantería. Los franceses ya no mantienen ninguna posición en la plaza. La nueva línea de frente se sitúa ahora en la vieja puerta de acceso al monte por el puerto.

                         La escuadra de bloqueo está compuesta en este momento por un navío de línea, el Ajax, tres fragatas, y una inmensa cantidad de peniches. Su actividad se verá incrementada, hostigando a los cañones franceses de 24' situados en ese flanco del monte, y simulando continuos intentos de desembarco, para tener divididos y sin reposo posible a los destrozados defensores. la moral está muy quebrantada, y si no fuera por la firme decisión del General Rey de continuar con la defensa, la bandera tricolor hubiese sido, sin lugar a dudas arriada, según Jones, ese mismo día 4 de Septiembre.

                        A pesar de la inseguridad y del incendio de la ciudad, que todavía continúa activo, se sigue viendo como entran muchos soldados en busca de fortuna ajena. En los caminos que comunican Pasajes, Hernani y San Sebastián se ha montado un auténtico mercado, donde los soldados malvenden el fruto de su rapiña. La picaresca prevalece sobre cualquier rasgo de humanidad hacia los desgraciados donostiarras. Ante sus cansados ojos se venden sus posesiones. Gran número de vecinos procedentes de estas dos poblaciones cercanas, vienen en busca de un más que ilícito beneficio. La escena es pintoresca. Se ven soldados vestidos con ropas de mujer. Engalanados con adornos de mal gusto. Muchos todavía ebrios y carentes de toda disciplina.

                       La noche se hace la dueña de todo el escenario. Fraser nos describe el espectáculo.

Domingo. 5 de Septiembre de 1813.

70º día de Sitio.

                        Amanece un día lluvioso. Toda la noche estuvo lloviendo, como preludio de la jornada que se avecinaba.

                        Los cañones son definitivamente colocados en sus posiciones esa noche. Hay oficiales como Blachley que se han pasado toda la noche con el agua hasta la cintura. Fraser lo elogia, pero recalca que todos, sin excepción, ya estuviesen fuera o dentro del agua, acabaron calados hasta los huesos. Los efectivos con que se ha realizado esta operación no son menos de setecientos hombres, a pesar de lo cual, los franceses no han efectuado ningún disparo sobre ellos. También han contado con entre setenta y ochenta parejas de bueyes para arrastrar los enormes pesos de las máquinas. A pesar de estar todos las unidades en el lado izquierdo de Urumea, sobre el istmo, aún no se encuentran colocadas en sus nuevas baterías. A partir de este momento se tienen que encargar de abrir y despejar un camino para su traslado final. De momento se han dejado protegidos en el foso del hornabeque de san Carlos.

                        La actividad de los morteros es similar a la del día anterior. No se emplean con toda su intensidad. La intención del alto mando es romper el día 8 con un bombardeo aplastante la moral del enemigo.     

                         En la ciudad la actividad es frenética. En algún momento las primeras líneas se han encontrado aisladas del resto como consecuencia de la llamas, que a pesar de la intensa lluvia se han mantenido muy activas. Hoy, por primera vez, parece que han bajado su intensidad. Este hecho es rápidamente aprovechado para abrir una vía de comunicación segura con la posiciones más avanzadas. Las calles se encuentran obstruidas como consecuencia del derrumbe de las fachadas por lo que hay que procurar abrir unos caminos practicables. Muchas de la fachadas no se han desplomado aún, y permanecen de manera amenazadora sobre las cabezas de todos los que trabajan o pasan bajo sus ennegrecidas piedras.

                          Nuevamente tenemos unas impresiones de Fraser sobre el estado de la ciudad. Tuvo que entrar con Dickson para preparar las nuevas baterías. Nos describe la presencia de antiguos habitantes de la ciudad, a los que se les ha permitido la entrada para que rebusquen entre los montones de ruinas de lo que una vez fueron sus hogares. Se les ha dejado pasar con la condición de abandonar la plaza al anochecer. Todos están señalados con una cinta blanca alrededor de su brazo derecho, como señal de que han pasado por los controles impuestos por las tropas vencedoras.

                         Las casas adosadas a la gran cortina del frente de tierra no han resultado quemadas, aunque sí saqueadas. En ellas solamente encuentran todos los muebles y demás enseres destrozados, y el cadáver de un pobre gato. Los incendios, aunque han bajado su virulencia, continúan activos, llegando a quemar los cuerpos de muchos muertos que aún continúan insepultos. El olor en toda la ciudad es "ofensivo". Los pozos, sótanos y otras muchas estancias habían sido utilizadas como fosas comunes. Los cuerpos tirados en ellas se descomponían creando una insalubre atmosfera en todo el lugar. Recuerdo al lector que estamos a día 5 de Septiembre. Han transcurrido cinco días desde que estos soldados y civiles murieron, y como consecuencia del calor, la humedad y los aguaceros, se están descomponiendo rápidamente.

                        Los oficiales del Cuerpo de Ingenieros Reales improvisan un corto funeral en memoria de Richard Fletcher.

                      Los heridos están mejorando. Fraser visita al Teniente Reid, que mejora a toda velocidad de su herida de bala. También se informa del estado del General Leith, que parece salvará el brazo de una amputación.

                      En esta jornada se produce un hecho importantísimo para los futuros y finales acontecimientos de este asedio. Todos los altos mandos franceses participan en un consejo verbal sobre la defensa del castillo. Las deliberaciones y los acuerdos tomados son recogidos en estas líneas.

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                        De todo el documento, lo más importante es la decisión de dejar en manos del General Gobernador Rey la decisión de capitular. Es una decisión que todos ven llegar inevitablemente, ante la disparidad de fuerzas en ambos bandos. Vemos también al Teniente de Ingenieros Goblet firmar como Comandante del Cuerpo en San Sebastián. El joven oficial, que se ha distinguido en todas las acciones importantes que se han sucedido, es el único oficial que sigue ileso, a estas alturas del sitio, de entre todos los mandos de ingenieros que comenzaron a finales de Junio.

                       En esta fecha existe otra carta del donostiarra Sagasti desde Usurbil:

                       "Estimado amigo mio;

                      ¡Qual será su sorpresa quando sepa que en el momento que le escribo esta, no existe San Sebastián!, y que impresión no causaré a vuestra merced y a todo hombre amante de la humanidad quando llegue a saber de que manera ha sucedido esta desaparición y que es lo que han padecido sus habitantes! El dolor no me deja hacer a vuestra merced una relación detallada de una catástrofe que no presenta exemplo en la historia y que hemos presenciado aún los que estábamos fuera de la ciudad.

                           El caso es que la ciudad ha sido enteramente quemada y hoy es el 6º día que lleva de incendio habiendo sufrido tres días consecutivos de saqueo horroroso acompañado de las finezas que trae con sigo semejante acto y que no me atrevo a referírselas por qué no atribuía a exageración y producción de una imaginación acalorada, pero todo lo sabrá vuestra merced más adelante con sus pelos y señales, y de un modo auténtico".

                             (...)

                          "Con esta trágica escena ha desaparecido del globo una de las más bonitas poblaciones de la península, y han quedado más de 1.500 familias en la mayor indigencia y otras infinitas con mucha parte de su fortuna sepultada en sus ruinas. Yo soy de esta última clase, pues he perdido cinco casas inclusa la que habitaba con una gran porción de muebles, efectos, libros, papeles, provisiones, mucha ropa, en una palabra tal qual vuestra merced la vió en su ultimo viage sin que nadie hubiese podido sacar nada por la precipitación con que abandonamos nuestras casas".

 Lunes. 6 de Septiembre de 1813.

71º día de Sitio.

                        Durante esta jornada el fuego de las baterías se mantuvo con gran energía.

                  Se añade un nuevo cañón de 24' a la batería de la isla de Santa Clara. Un segundo cañón de 24' no pudo ser utilizado porque su cureña, en el momento de ser desembarcada, se perdió en el agua por la mala mar. Con este cañón son dos las piezas de 24' que disparan desde la isla, a pesar de los cálculos franceses que las cifran en cinco.

                       Voy a relatar un acontecimiento hasta ahora desconocido. El Teniente Coronel Fraser escuchó al Teniente General Graham hablar de la existencia de un niño de corta edad, tres o cuatro años, que había sido visto en una casa de las más peligrosas por riesgo a que sus paredes se desplomaran. Fraser se sentó en medio de un corrillo de oficiales, junto al General Oswald. Este le afirmó que en efecto, había oído mencionar este suceso. El niño llevaría sin comida ni agua tres o cuatro días. El General, personalmente, había ofrecido una recompensa de cinco guineas para el que rescatase al pequeño. Varios de sus ayudantes lo intentaron localizar, pero nunca se supo nada más de este joven donostiarra. Nunca sabremos si pereció en uno de los derrumbes de las arruinadas casas, o si salió de entre los muros de la ciudad.

                        La gran batería que se está preparando en el terraplén del hornabeque de San Carlos es terminada la noche del seis al siete de Septiembre. Ocupaba toda la extensión del hornabeque, de lado a lado, y estaba formada por 17 cañones de 24'. Los principales objetivos que se bombardearían desde esta posición serían la batería del Mirador y la de la Reina. No se contentarían con un simple bombardeo, se quería abrir una brecha en ambas fortificaciones.

 Martes. 7 de Septiembre de 1813.

72º día de Sitio.

                        Las baterías siguen con un constante fuego contra los franceses, pero la gran batería del hornabeque aún no dispara. Sus últimos detalles son terminados a primeras horas de la mañana, y en seguida es ocupada por sus servidores. Estará al mando del Coronel Hartman, quien comenzará el gran bombardeo al día siguiente, el ocho de Septiembre.

                          La respuesta de los franceses es muy tímida. Hay pocos disparos desde sus posiciones en el monte.

                      Contra estas posiciones adelantadas de los soldados del General Rey, los aliados han fortificado las azoteas de los edificios más próximos al monte que se han salvado del incendio. Estas posiciones son guarnecidas con un fuerte contingente de infantería.

                        Mencionaré este día un nuevo y curioso acontecimiento. El Teniente Coronel Hartman es convocado para asistir como testigo en un duelo entre oficiales británicos. Parece que algunos, no contentos con la destrucción que se extiende alrededor, buscan nuevas formas y oportunidades para autodestruirse. A modo de aclaración, y gracias a la intermediación entre otros de nuestro Teniente Coronel, el duelo fue suspendido.

 Miércoles. 8 de Septiembre de 1813.

73º día de Sitio.

                        El día amaneció triste y gris, amenazante de lluvia, que a partir del mediodía no cesó de caer en ningún momento.

                     Detallaremos las baterías que van a abrir fuego en el último día del asedio de San Sebastián.

       IZQUIERDA DEL ATAQUE

                   BATERÍA Nº 7

  •       Situación: Batería delante de la paralela.
  •       3 cañones de 24 Pulgadas                         
  •       Contra la brecha de la Batería del Mirador.

                    BATERÍA Nº 8

  •        Situación: A la derecha del reducto circular.
  •        3 cañones de 18 Pulgadas                         
  •        Contra la Batería de la Reina.

                     BATERÍA Nº 9

  •         Situación: En el Hornabeque de San Carlos.
  •         17 cañones de 24 pulgadas                       
  •         Contra la brecha de la Batería del Mirador y la de la Reina.

                    BATERÍA Nº 10

  •         Situación: En la isla de Santa Clara.
  •         2 cañones de 24 pulgadas                          
  •         1 howitzer de 8 pulgadas                          
  •         Contra las defensas bajas del castillo y la parte trasera del monte. 

        DERECHA DEL ATAQUE

                     BATERÍA Nº 11

  •         Situación: En el monte Ulia.
  •         2 howitzer de 8 pulgadas                          
  •         Contra el Mirador.

                     BATERÍA Nº 13

  •          Situación: En los arenales del Chofre.
  •          1 mortero de 12 pulgadas    
  •          5 morteros de 10 pulgadas                     
  •          Contra la parte trasera del castillo.

                      BATERÍA Nº 14

  •           Situación: En los arenales del Chofre.
  •           5 morteros de 8 pulgadas  
  •          4 carronadas de 68 pulgadas   
  •          6 cañones de 24 pulgadas                      
  •           Los cañones contra el castillo.
  •           Las otras piezas contra cualquier objetivo que se viese en el castillo.

                       BATERÍA Nº 16

  •            Situación: En los arenales del Chofre.
  •            4 morteros de 10 pulgadas                       
  •            Contra el castillo en general.

                        BATERÍA Nº 17

  •             Situación: En los arenales del Chofre.
  •             6 morteros de 10 pulgadas                      
  •             Contra el castillo en general.
  •                           TOTAL 33 PIEZAS LADO DERECHO
  •                           TOTAL 26 PIEZAS LADO IZQUIERDO
  •                           TOTAL 59 PIEZAS.   (Jones. Pág. 88)

                           A las 10 en punto de la mañana, las baterías abren fuego contra sus objetivos. Los cañones estaban muy gastados por su continuo uso, con los oídos de las armas completamente dilatados. Las piezas de la gran batería del hornabeque, la nº 9, tuvieron que dispararse con un dispositivo especial, improvisado, para subsanar este defecto.

 

 

                        La batería del Mirador es la primera en acusar inmediatamente los efectos destructivos del ataque. Leith Hay, que observaba todo junto a Dickson, tras los cañones del hornabeque describe así lo que sucedía:

                            En tan sólo treinta minutos, los muros del Mirador se habían derrumbado lo suficiente como para permitir un ataque.

 

 

                     Los defensores franceses devolvieron tímidamente al principio el fuego, principalmente desde la Batería de la Reina. Al ver el nulo efecto que esta respuesta ocasionaba, su reacción fue inmediatamente suspendida. La situación de los soldados franceses era insostenible. En el trabajo realizado por Belmas, se puede leer una gráfica descripción de estos angustiosos momentos.

 

 

                         Otro testigo presencial de estos efectos tan destructores lo encontramos en el prisionero Harry Jones, Teniente de Ingenieros Reales. Se encontraba en la parte más alta del castillo, en su "donjon". Su testimonio viene recogido en la obra de Jones, pág. 88.

 

 

                      Las pérdidas que sufrieron los prisioneros aliados también fueron enormes. Un tercio de los mismos resultó muerto o herido a consecuencia del "fuego amigo".

                        La situación en el castillo era infernal. Todo estaba lleno de heridos, alineados en el suelo o en improvisados camastros. Sufrían agonías insoportables. Muchos ennegrecidos completamente, quemados. Eran los supervivientes de la tremenda explosión en las traseras de las brechas que habían podido librarse de caer prisioneros. Existe una carta firmada por el Teniente Goblet, en la que se relata este último momento de la defensa.

                         Dos horas después de iniciado el bombardeo, se toca llamada por orden del General Rey en la batería del mirador y en la de La Reina, es decir, en ambos extremos de la fortaleza, y a las doce del mediodía, una bandera blanca es izada en la Batería del Mirador. El terrible bombardeo ha durado únicamente dos horas. Las negociaciones para dictaminar las capitulaciones de la rendición comienzan de inmediato. Por parte aliada participan Delancey, Bouverie y Dickson. Por la francesa De Songeon y Brion. Creo que es importante conocer un poco más las biografías de los negociadores de tan importante momento para nuestra ciudad. Por parte aliada Dickson ya ha sido mencionado anteriormente en este trabajo, lo mismo que el Comandante de la artillería francesa Brion. Conozcamos al resto (Clica sobre las páginas para desplegarlas).

                         A las 14.00 horas de la tarde,  destacamentos británicos ocupan posiciones en las baterías del Mirador y del Gobernador.

                       El documento con los artículos acordados para la capitulación del castillo dice:

                         Con la firma de este papel termina la parte más sangrienta del asedio de San Sebastián. Los franceses, después de una enconada resistencia nunca conocida hasta entonces han perdido 2400 hombres. El número de militares que caen prisioneros es de 1750 aproximadamente, de los que aptos para el combate solamente son 1250.

                        Siempre se ha creído que la relación entre el general Rey su Ayudante, el Coronel De Songeon fue buena y cordial, pero investigando los hechos que se sucedieron tras la capitulación de la ciudad, queda claro que no fue así. El primero de estos desencuentros se produjo al deliberar los mandos franceses sobre el nombre del oficial que sería se libraría de caer prisionero, en virtud del artículo X. Los mandos británicos se dieron cuenta que en ese momento comenzaba una lucha interna entre los oficiales franceses, encabezada por De Songeon, que quería ser el elegido. Para ello entabló conversaciones con los mandos que tendrían participación en las deliberaciones. Cuando Rey se enteró, se ofendió muchísimo. Él en persona, como General en jefe de las tropas francesas rendidas, se encargaría de elegir el nombre del elegido, cortando de esta manera cualquier tentativa particular. Así lo hizo, y mando enviar el nombre a Lord Wellington.

                       El oficial elegido fue Albert Goblet d'Alviella. El primer sorprendido fue él mismo, pero viendo la suerte que tuvo a lo largo de todo el asedio, no es de extrañar que coronara su participación con este privilegio. En la carta dirigió a su padre, una vez liberado, fechada el 13 de Septiembre en Bayona nos narra así este regalo:

                      A raíz de esta decisión, entre los dos altos mandos franceses se abrió un autentico abismo.

                       El carácter del General rey debía ser bastante complicado. Algunos oficiales británicos lo califican de desagradable. Un nuevo enfado del General enrareció aún más el ambiente de los prisioneros. Cuando este leyó en los términos de la capitulación el artículo V, montó nuevamente en cólera por el simple hecho de que se mencionase un asunto de mujeres en tan trascendental documento. El Teniente Coronel Fraser fue testigo de ese momento.

 

                      El documento que el Teniente Goblet portaba para el Duque de Dalmacia, el Mariscal Soult, era el último despacho oficial del General Rey, en el que podemos leer (Clica encima de las páginas desplegables):

 

                           Por su parte, el Teniente General Graham envía un despacho a Lord Wellington comunicándole los últimos acontecimientos.

                         Esa misma tarde noche son liberados todos los prisioneros que se encontraban en manos francesas. Fraser se interesa personalmente por el Teniente Jones, que se está curando satisfactoriamente de sus heridas, principalmente del disparo recibido en su brazo derecho a la altura del hombro. El oficial de ingenieros tiene muchas alabanzas hacia el Coronel francés SantOuary, quien se portó muy bien con todos los oficiales aliados durante la duración de su cautiverio.

                        Examinemos algunos datos relativos a las bajas sufridas por los aliados durante el transcurso de todo el asedio que acaba de finalizar, y el número de municiones y materiales empleados, extraídos de la obra de Jones (Clica para desplegar las páginas)

                         Hay que hacer una pequeña puntualización sobre estas cifras, que puede ayudarnos a que nos imaginemos la enorme cantidad de materiales que se emplearon en el asedio. Las cifras mostradas solamente reflejan los proyectiles y pólvora empleada. Si se tiene en cuenta la no que no se utilizó y sí fue desplazada al lugar, vemos que los números tienen que ser verdaderamente impresionantes.

                    De entre todas estas cifras sobre el material utilizado, yo destacaría una verdaderamente impactante. Me refiero al espectacular número de 70.831 proyectiles lanzados contra la ciudad y sus fortificaciones. Es una cifra que supera ampliamente a otros asedios realizados durante la Guerra Peninsular, muchos más conocidos que el de San Sebastián. En el de Badajoz, por ejemplo, los proyectiles lanzados no llegaron a los 30.000, y en el de Ciudad Rodrigo a los 20.000. Este detalle nos puede servir para hacernos una idea más exacta de la dimensión de lo acontecido a esta pequeña ciudad guipuzcoana.

                    En un oficio de Lord Wellington enviado al Ilustrísimo y Excelentísimo Sr. D. Miguel Pereira Forjaz desde el Cuartel General de Lesaca el 10 de Septiembre, se detalla las piezas de artillería y las municiones con que contaban los defensores y que han caído en poder de las tropas aliadas.