Domingo. 22 de Agosto de 1813.

56º día de Sitio.

                          La intensidad del bombardeo es similar al del día anterior.

                        Los buques siguen entrando en el puerto de Pasajes. El Teniente Coronel Fraser estima que aproximadamente ya ha llegado una tercera parte de toda la artillería prometida. Los trabajos se prolongan durante todas las horas del día, aunque cuando el Sol se esconde se intensifican. De esta forma, amparados por la oscuridad de la noche se colocan los cañones en sus posiciones.

 

 

 

                       Las órdenes a los oficiales de las baterías ya se han cursado, marcando sus nuevos objetivos. El Teniente Coronel Fraser los puntualiza detalladamente en su carta escrita en Pasajes el día 22.

                        Wellington redacta un Despacho oficial este día desde su Cuartel General de Lesaca para dar instrucciones a Graham sobre cómo cree que debería realizarse el bombardeo de la plaza. Son unas instrucciones claras, que ponen en entredicho muchas de las teorías que le apuntan como principal responsable de la destrucción de la ciudad. No descarta el posible bombardeo de la misma, pero tampoco hace ninguna mención a que este deba realizarse.

                        Me limitaré a exponer en esta obra el párrafo más interesante, para que cada uno llegue a sus conclusiones.

(Clicad sobre la página para desplegarla)

                        En la plaza, a mediados de mes, los cirujanos franceses hacen recuento de sus medicamentos y suministros sanitarios. Hay que estar preparados para recibir a muchos heridos, y ayudarles a mitigar en lo posible su sufrimiento. A modo de curiosidad, vemos en el siguiente listado los preparados y "mejunjes", que seguro sorprenderían a más de un médico actual, gracias al inventario reflejado en la obra de Belmas.

                    Los defensores franceses trabajan a igual o mayor intensidad que sus sitiadores, mejorando continuamente sus defensas. El General Rey era consciente que cualquier duelo artillero contra las baterías enemigas estaba condenado al fracaso. Por este motivo centra todos los esfuerzos de sus hombres en poder situar el mayor número de impedimentos contra el futuro asalto a las murallas. Tras los derruidos muros exteriores, aprovechando las fachadas de las casas interiores, construye una segunda muralla de unos 15 pies de altura, fortalecida con varios reductos a lo largo de su recorrido.

                       Desde el exterior las brechas parecen totalmente practicables, con unos terraplenes que ofrecerían pocos problemas a las tropas atacantes. Pero lo que no sabían era que una vez llegados a la cima de las brechas, estas tropas se encontrarían un desnivel hasta el suelo interior de la ciudad de 20 a 35 pies de profundidad. Si lograran saltar desde la muralla, el espacio comprendido entre esta y la línea fortificada de casas, estaba completamente lleno de obstáculos, creados con muebles, maderos, escombros, etc. Todo este espacio cerrado estaba completamente dominado por el fuego que los tiradores de élite harían llover sobre los aliados. Las calles entre las fachadas estaban cerradas con fuertes barricadas que sólo permitían el paso de un atacante a la vez, que sería rápidamente eliminado por los fusileros.

                        Finalmente, si todos estos esfuerzos se vieran superados por el enemigo, una gran mina había sido preparada bajo el suelo, con una carga aproximada de 12 quintales de pólvora, que haría saltar por el aire toda la zona con los enemigos encima. Otras dos minas estaban preparadas fuera de las murallas para detonar cuando la columna luso británica se cercara. Su explosión lanzaría sobre los enemigos cantidad de escombros y derribaría la pared de la muralla sobre ellos.

                      Los oficiales ingleses son conscientes de estas mejoras en las posiciones defensivas francesas. Están seriamente preocupados ante las dificultades a las que se van a enfrentar sus hombres. Fraser lo deja claro en su carta del día 22.

Lunes. 23 de Agosto de 1813.

57º día de Sitio.

                         La intensidad de los disparos de las baterías es mediana. Todo el humo levantado por los disparos y las explosiones es rápidamente retirado gracias al viento, que sopla bastante fuerte desde las primeras horas de la mañana.

                       La continua llegada de suministros y municiones hace que la cantidad de material concentrado frente a San Sebastián sea desconocida hasta el momento. Incluso se recomienda no utilizar en exceso el material que estaba destinado a Cuxhaven, ordenando que se economice lo máximo posible.

                         El ingeniero Jones en su obra lo cuantifica y detalla como sigue:

                     56 cañones de 24 pulgadas

  • proyectiles de ronda                                      40.138
  • proyectiles esféricos                                        9.199

                    14 cañones de 18 pulgadas

  • proyectiles de ronda                                        22.081
  • proyectiles de fragmentación y metralla               1.100
  • proyectiles esféricos                                          4.500

                  16 morteros de 10 pulgadas

  • proyectiles comunes                                         5.317
  • carcasas                                                              20

                  18 howitzers de 8 pulgadas

                  12 carronadas de 68 pulgadas

  • proyectiles comunes                                         6.224
  • proyectiles huecos comunes                                 900
  • proyectiles esféricos                                          8.100

                                  TOTAL 116 piezas.

                         Además, había un mortero de 12 pulgadas español, con aproximadamente 100 proyectiles, traídos desde uno de los puertos de la costa.

  • Barriles de pólvora                                         7555
  • Barriles de pólvora llenos de cartuchos               500  

                          La necesidad de hombres para trabajar en las baterías, obreros y artilleros, es enorme. Al no disponer de los efectivos necesarios los trabajos no llevan el ritmo deseable. Fraser se lamenta.

                        Entre los aliados se comienza a extender el rumor de que se va a atacar la isla. La posición de este nuevo enclave es de suma importancia. Desde allí se impediría la entrada de embarcaciones procedentes de Francia, lo mismo que las que zarpan desde la ciudad asediada. Si se instalara una batería en esta isla, todas las caras del monte Urgull se encontrarían expuestas a los disparos de los sitiadores.

                         En esta fecha existe otra carta de Sagasti, el donostiarra afincado en Usurbil desde el 27 de Junio, tras abandonar la ciudad cuando Rey lo permitió, que nos puede dar una idea de cómo se estaba destruyendo la ciudad por efecto de los bombardeos, hecho que era claramente visible desde el exterior. Voy a transcribir casi íntegramente los apartados que nos interesan, al darnos la versión e imagen de primera mano, sobre lo que siente un donostiarra fuera de los muros de su ciudad, al ver lo que están sufriendo las casas y sus posesiones.

                          "Nuestra vuelta a casa se ha alargado más de lo que creíamos, y según el aparato que hay, no pienso ver mi pueblo sino reducido a un montón de escombros y cenizas, pese por más que se procura persuadir a los sitiadores que nada se consigue con arruinar el pueblo contra el enemigo que tiene retirada segura al Castillo, nada se adelanta.

                            (...)

                         Estos últimos días han llegado a Pasajes 22 transportes con chismes de guerra, víveres y algunos 2.500 a 3.000 hombres. Han empezado luego a desembarcar cañones de grueso calibre, y según las carronadas, obuses, morteros y cañones que van sacando y los parajes en que los colocan, van a emprenderlo en serio con nuestra pobre ciudad, y reducirla a cenizas.

                            (...)

                          Por todas partes se oye hablar del armisticio, pero no se entenderá esto con nosotros y hasta que deje de existir el pueblo. En el casco tiene vuestra merced ya de menos 80 y tantas casas, sin contar los arrabales de San Martín y San Bartolomé, con los caseríos inmediatos que están todos por tierra. Una casa inmediata a la mía ha sido quemada por una bomba.

                             (...)

                          Aquí se ha sentido mucho la retirada de Castaños, contra quien me han asegurado que habla furiosamente un periódico llamado "el Tribuno" que aquí se desconoce (...)".

Martes. 24 de Agosto de 1813.

58º día de Sitio.

                           En las baterías el fuego contra la ciudad es bastante regular.

                          El General Rey manda un despacho al Duque de Dalmacia, el Mariscal Soult, en el que describe detalladamente los preparativos aliados que observan desde la muralla. Sobre las baterías artilleras nos dice:

                      El General Rey se plantea seriamente organizar una nueva salida de la guarnición. No se ha realizado ninguna desde hace tiempo como consecuencia del miedo a perder muchos efectivos, difícilmente reemplazables, si la operación saliese mal. De la misma manera, la toma masiva de prisioneros complicaría la situación en el interior de la ciudad. Hay que alimentarlos y vigilarlos. Los contingentes de prisioneros son peligrosos dentro de una plaza sitiada, ya que pueden alzarse en armas en el peor momento dificultando enormemente la labor defensiva de la guarnición. Pero la falta de noticias, muy a su pesar, obliga a Rey a preparar una.

                       El Comisario de Guerra Robert es encargado por Rey para pedir más municiones al Intendente General. También piden que se prepare un depósito de suministros suficiente para sostener a la guarnición durante dos meses. En caso de ser necesario, se pediría a Francia.

                          Las baterías inglesas están preparadas. Se han adelantado unas 100 yardas en relación a las existentes durante la primera parte del asedio. A partir de este día se puede decir que el sitio se ha reiniciado completamente, con todo el poder artillero en funcionamiento. Wellington insiste en que se evite la "molestia general", y se destruya el menor número de casas.

                        Los ingleses han comenzado dos minas desde las trincheras más avanzadas del istmo. Son dos minas que se construyen únicamente como precaución, contra las posibles galerías que se supone están preparando los franceses bajo sus posiciones.

                        Por la noche, a eso de las diez, llegan desde Francia cuatro trincaduras y una chalupa en la que se traen los despachos oficiales para el General. En estos barcos llegan 224 proyectiles de 8' y 6', medicamentos, tres cajas de velas y 18 ovejas, de las que tres han muerto durante la travesía. Los refuerzos humanos son pequeños. Solamente llegan dos artilleros.

                     Rey quería hacer zarpar una chalupa con sus despachos desde la ciudad, pero la mar gruesa reinante impide que se haga a la mar.

                     Wellington en un nuevo despacho para el Teniente General Graham, le insta a utilizar todo el poder artillero que tiene en su poder, e insiste en que no se utilicen como "molestia general" contra la población. Le indica que las casas no deben ser destruidas si no fuera estrictamente necesario.

Miércoles. 25 de Agosto de 1813.

59º día de Sitio.

                        A la 1 a.m. la guarnición efectúa la salida programada por el General Rey. Jones nos describe la salida como muy ruidosa, con la finalidad de crear la máxima confusión entre los defensores de la paralela. Tras llegar a esta posición, intentaron barrerla hacia la derecha, pero fueron detenidos por la vigorosa reacción de los sitiadores, obligándolos a retirarse. El número de prisioneros conseguidos según sus cálculos rondaría la docena.

                        Pero la mejor manera de conocerla es analizando por partes el informe de Rey fechado el 25 de Agosto.

 

 

                     La siguiente parte del informe relata las informaciones conseguidas a los prisioneros.

                           A las tres de la mañana se dan por finalizadas las baterías. Estas son menos en número si las comparamos con las de la primera parte del asedio, pero su potencia de fuego es abrumadoramente mayor. El hecho de estar también menos dispersa, ocasiona que se necesiten menos oficiales de campo, por lo que estos se encuentran menos presionados por el trabajo que antes.

                        Un detalle bastante desconcertante es la existencia de muchísimos curiosos, militares y civiles que se acercan para poder ver cómo se desarrolla el asedio. Estos, por su elevado número son autorizados, tal y como nos señala Fraser, a moverse incluso entre las baterías de cañones, con el consiguiente peligro y entorpecimiento para sus dotaciones.

                           El número de efectivos que sirven en estas posiciones es:

  • Real Artillería y K.G.A.                     494
  • Artillería portuguesa.                      187
  • Marineros de la escuadra.                 80* 

*(de estos muchos se perdieron en los 3 primeros días)

                 TOTAL                                761

                            (J.Jones. Pág. 56)

                          Los nombres de los mandos que sirven en ellas son:

         Teniente Coronel Dickson.               Al mando.

       BRITÁNICOS Y ALEMANES

         IZQ 

          Teniente Coronel Hartman. K.G.L.            Al mando de las baterías del istmo.

          Capitán Morrison.                      Teniente Oldham.

          Capitán Power.                         Teniente Stanway.

          Capitán Deacon.                        Teniente Story.

          Teniente Johnstone.                  Teniente Goeben. K.G.L.

          Teniente Heron.                         Teniente Macbean.

          Teniente Mielman. K.G.L.             Teniente Hartman. K.G.L.

           Teniente Shaw.

         DER                                                    

            Teniente Coronel Fraser.     Al mando de la baterías del Chofre.

            Mayor Buckner.                          Teniente Hough.

            Mayor Dyer.                               Teniente H. Blachley.                            

            Mayor Sympher. K.G.L.                Teniente Hutchins.

            Mayor Webber Smith,                 Teniente Ord  (Brig. May. en funciones)    

            Capitán Douglas.                        Teniente Bloomfield.

            Capitán Greene.                         Teniente James Wood.

            Capitán Parker.                           Teniente Palliser.

            Capitán Daniel. K.G.L.                  Teniente Mainwaring.

            Capitán Charles Gordon.               Teniente Williams. 

            Teniente Robert Manners.           Teniente Robert Harding.

            Teniente Dennis.                        Teniente Blumenback. K.G.L.

            Teniente Morgan.                       Teniente Phillips.

            Teniente Slade.                          Teniente Pascoe.                                      

         ARTILLERÍA PORTUGUESA

                  1             Mayor (Arriaga)

                 11            Tenientes.

       MARINA REAL

           Teniente Dowell O'Reilly.              Teniente Dunlop.

            Señor Marsh.                                Señor Harvey.

            Señor Bloye.                                 Señor Lawson.                                           

 

Seguidamente, detalle de las baterías: (Clicad para desplegar los gráficos).

 

 

                      La batería de obuses (nº11) está al mando directo del Mayor Arriaga. La de brecha (nº 15) a cargo del Mayor Buckner y el Mayor Sympher, que se van turnando en sus puestos. En la número 14 trabajan el Mayor Dyer y el Mayor Webber Smith. Todas las baterías están bajo la dirección del Teniente Coronel Fraser, mientras que el Teniente Coronel May se encarga de las comunicaciones con el Cuartel General.

 

 

                      Los franceses observan todos estos preparativos conscientes del inminente ataque a sus posiciones. Esta certeza queda claramente expuesta en el despacho oficial del General Rey a Soult con fecha 25 de Agosto.

                      Estos despachos partirán este día por la noche en una chalupa desde el puerto de la asediada ciudad. El Ayudante personal del General Rey, Doat, será el encargado de portarlos. Rey tiene total confianza en él ante la dificultad que entraña el viaje, lo que hace necesario asegurarse que serán destruidos si la embarcación fuera apresada.

 

Jueves. 26 de Agosto de 1813.

60º día de Sitio.

                        Durante la noche del 25 al 26 los franceses realizan otra salida desde la ciudad. Esta vez la acción recae sobre el regimiento nº 62, dirigido por su Capitán Mr. Henry, Comandante de su Compañía de Granaderos. Rey informará que este oficial se distingue en la ejecución de esta acción.

                         Mientras esta acción se producía, el General Rey en persona inspecciona las posiciones francesas más expuestas, junto a las brechas. Una vez terminada esta revista, cuando regresaba, la explosión de un proyectil le hirió ligeramente en el cuello. Fue una herida leve.

                        El día amanece. El Teniente Coronel Fraser lo describe así.

                       A las 8 en punto de la mañana un disparo se oye desde la batería nº 11, situada en el monte Ulía. Todos los artilleros y sus oficiales miran a lo alto del monte y distinguen claramente la nube de humo negro que ha producido el obús. Es la señal acordada para iniciar el bombardeo general de todas las baterías. Los gritos, la locura, la excitación es total alrededor de los cañones. Todas las piezas abren fuego al mismo tiempo. Es un espectáculo grandioso, impresionante y dramático. El ruido, atronador. El humo, cegador. Entre los mandos, seguro que se podían distinguir gestos de complacencia ante el enorme poder destructor que habían logrado acumular, frente a esa ya maltrecha ciudad. El mismísimo Lord Wellington estaba presente esa mañana, aunque el Teniente General Graham se encontraba ausente.

                   Nada más comenzar, el bombardeo este se ve momentáneamente interrumpido, para reanudarse casi inmediatamente.

                        La artillería francesa intenta responder al bombardeo con el fuego de sus cañones. Estos son muy inferiores en número, y se encuentran muy deteriorados por su largo e intenso uso. A pesar de ese estado, su fuego es aceptable gracias a los continuos cuidados a que han estado sometidos por parte de sus servidores a instancias del Comandante Brion, jefe de la artillería de la plaza. Cada vez que uno de ellos dispara, se escuchan dos características detonaciones, indicativas de la dilatación sufrida en sus oídos, con la consiguiente pérdida de potencia en el proyectil.

                      La resistencia y la valentía de los artilleros franceses fue notable. No abandonaron sus cañones en ningún momento, por lo que la mayoría cayó en sus puestos de combate. En el informe del Comandante Brion fechado el 4 de Septiembre se indica que después del 31 de Agosto no quedaba ningún cañón operativo.

                         El efecto del bombardeo es inmediato. La lluvia de proyectiles destruye en pocos minutos la cara del lienzo que mira al rio desde el hornabeque de San Carlos. Los disparos dirigidos contra las brechas eliminan rápidamente todos los obstáculos que tanto trabajo había costado colocar a los defensores. Estos disparos se orientan también hacia la segunda línea de defensa, situada tras las brechas. Las fachadas aspilleradas de las casas que forman esta segunda línea defensiva, donde se han hecho fuerte los defensores en espera del asalto, sufren muchísimos daños, lo mismo que los fusileros apostados en su interior, que aguantaron en sus posiciones. Todos estos objetivos eran atacados desde las baterías de la margen derecha del Urumea.

                      Las baterías de la margen izquierda no fueron tan efectivas, sobre todo por la gran distancia con respecto a sus objetivos. El semi baluarte de Santiago sí había sufrido sus efectos artilleros, pero los daños no eran lo suficientemente graves como para anular su poder defensivo. Viendo este problema, Wellington ordenó construir una nueva batería, por lo que pidió al Mayor Smith que buscara la mejor posición para su emplazamiento. Desde la elegida no se domina la base de la muralla, pero domina claramente la cara derecha del baluarte.

                         Wellington observó todo desde una posición retrasada. El Teniente Coronel Fraser nos cuenta que, de manera lógica, no arriesgaba su vida entrando en las baterías, expuestas al fuego francés. La orden era construir una nueva batería, la más avanzada, y dotarla con seis cañones de 24'. Este número se disminuyó luego a cuatro, por la importancia de no restar  poder artillero a las alturas de San Bartolomé. Desde esta posición que tanta sangre había costado conquistar, se bombardeaba toda la parte trasera del frente francés que miraba hacia el rio. Sir Richard Fletcher, cerebro de todas las operaciones, era consciente de esto, por lo que defendió que esta posición no se viese debilitada.

  

 

                     En San Sebastián los nervios están a flor de piel. Los defensores se encuentran sometidos a una presión enorme bajo el mayor bombardeo de la historia militar de la guerra peninsular, y en espera de un inminente asalto que seguramente barrerá sus defensas. El General Rey está preocupado por la actitud de los prisioneros aliados que están en su poder. Hay riesgo de que se amotinen, ya que su actitud es cada vez más desafiante. Para librarse de este problema, organiza la salida desde el puerto de los cabecillas más problemáticos. Esta actitud desafiante nos la describe el Teniente de Ingenieros Harry Jones, que se encontraba prisionero dentro de la ciudad.

 

                       De la tensa atmosfera que se vivía dentro de San Sebastián da buena muestra el siguiente suceso. Las cuatro trincaduras estaban ya preparadas para hacerse a la mar. Habían recibido órdenes sus capitanes de permanecer en el puerto hasta que los despachos oficiales del General fuesen embarcados, lo mismo que 14 heridos de la guarnición. Con ellos montarían dos oficiales ingleses y siete suboficiales. Para sorpresa del Jefe de Batallón Thomas, que era quien mandaba en el puerto, soltaron amarras sin esperar ni recibir permiso alguno.

                          Estas embarcaciones nada más hacerse a la mar tenían que intentar romper el férreo bloqueo a que estaba sometida la bahía donostiarra. Este día está compuesta por un navío de línea, tres fragatas y seis corbetas o bricks en un primer cinturón. A lo lejos se divisan más velas, tal y como informa Rey. Este navío es el H.M.S. Ajax, presente ante nuestras costas desde el día 21. La unidad más poderosa que contribuyó con sus cañones en este asedio.

Viernes. 27 de Agosto de 1813.

61º día de Sitio.

                        Las noches son frescas. La temperatura comienza a bajar considerablemente a lo largo de la tarde. A los oficiales ingleses les recuerda un poco el inicio del otoño en su país, Gran Bretaña.

                    La constante comunicación con los puertos franceses obliga a los aliados a tomar la decisión de tomar la isla de Santa Clara, donde una guarnición de 25 franceses la defienden. Por este motivo, a las tres de la mañana, desde la escuadra de bloqueo zarpa una pequeña escuadra formada por dos botes a remo, dirigida por los Tenientes de la Marina Real, Honorable James Arbuthnot, de la Surveillant, y Bell. En ella se transportan a 200 hombres de infantería de marina y del 9º Regimiento, bajo el mando del Capitán Héctor Cameron, perteneciente a este último. Este oficial es ayudado por el Capitán George H. Henderson, de los Ingenieros Reales.

                         El desembarco del grupo atacante se realiza en una de las zonas más difíciles de la isla. Estos lugares son los menos vigilados por la reducida guarnición, que tomada por sorpresa, opone una débil pero intensa resistencia que apenas dura cinco minutos. Algunos historiadores han afirmado que no se realizó ninguna defensa, hecho totalmente falso, como veremos al leer el informe del Teniente Honorable James Arbuthnot.  Entre los muertos sufridos en la conquista, destaca la del Teniente John Chadwick, del 9º, que participaba como ayudante del oficial de los Reales Ingenieros. Este oficial resultó herido de gravedad, y falleció poco después como consecuencia de las heridas recibidas, motivo por el que no aparece como fallecido en el informe que seguidamente menciono.

                      Conocemos este informe realizado por el Teniente de la Marina Real Arbuthnot, y recogido en La Crónica Naval. Vol.30. Jul-Dic. 1813. De Jammes Stainer Clarcke y John McArthur, publicado por primera vez en 1813, y reeditado por la Cambridge University Press, de Nueva York en 2010. (Clicad sobre las páginas inferiores para desplegarlas)

                        En las posiciones al otro lado del Urumea ni se enteraron de que se había tomado esta posición tan estratégica. En el informe mandado por el General Rey se indica que la guarnición estaba compuesta por 21 hombres, al mando de un oficial del 34º de Infantería de Línea. Esta guarnición tenía víveres para un mes.

                          El día sigue avanzando y el Sol impone su presencia sobre todos los presentes. Este día es descrito como muy caluroso y abrasador. En las posiciones, tanto de defensores como de atacantes se sufre mucho.

A continuación dos reseñas biográficas de dos de los protagonistas. (Clicad la pág. desplegable)

                         El cañoneo es intenso. No hay pausa, y tal y como nos relata el Teniente Coronel Fraser, si en algún momento se forma un momento de pausa, todo el mundo se pregunta el porqué está todo tan tranquilo. El Teniente español De Lamadrid ve la ciudad desde el camino y nos relata la escena:

                        Desde San Juan de Luz también escuchan la batalla. El Capitán Depogé en su informe dice que el cañoneo que se escucha ha sido fuerte y continuo entre las cuatro y las siete horas, además, también se ha escuchado fuego de fusilería durante media hora. Todos coinciden en lo mismo. El Capitán Chairto, comandante de la trincadura "Saint Laurent" logra entrar en Socoa a las cuatro de la tarde. Inmediatamente informa que las fragatas también estaban abriendo fuego contra las posiciones francesas. No pudo indicar ni su número, ni la categoría de los buques, ni siquiera si se encontraban fondeados o a la vela, al encontrarse completamente cubiertos por las nubes de humo de sus andanadas.

                          En las baterías el trabajo es intenso, extenuante, frenético. Las piezas están servidas por marineros de la "Surveillante", ingleses, portugueses y alemanes. El mismísimo Sir George Collier, al mando de la escuadra de bloqueo inspecciona el trabajo de sus hombres a pesar de encontrarse algo cojo de ambas piernas a consecuencia de una herida reciente.

 

 

                      Las minas empezadas el día 24, desde la parte más adelantada de la paralela están dando grandes quebraderos de cabeza a los ingenieros. Las galerías se realizaban en el terreno arenoso del istmo, por lo que sufrían continuos derrumbes como consecuencia de que la arena se ablandaba. El trabajo casi se limitaba únicamente a apuntalar la longitud ya excavada. Los mineros no estaban nada contentos. Era un trabajo muy peligroso, con el constante peligro de quedarse sepultados vivos. Los ingenieros idearon un nuevo método para construir las galerías, tal y como nos lo explica Jones.

                           Mientras todo esto sucede, el Coronel Dickson organiza la construcción de la nueva batería adelantada ordenada por Wellington.

                         Por la noche, justo al atardecer, a eso de las siete y media zarpa desde San Juan de Luz una pequeña lancha llevando de regreso al Ayudante del General Rey, Doat. En la embarcación se han cargado 10.000 sacos terreros. Las trincaduras recientemente llegadas desde San Sebastián, no pueden partir esta noche al encontrarse sus tripulaciones completamente agotadas. Todas han logrado romper el bloqueo de la escuadra británica, que está compuesta este día por un navío, dos fragatas, un brick y un lugre, fondeados a media milla al N.E. de la plaza. Alrededor también hay dos corbetas y un cutter, además de tres barcos de transporte.

 

                         Wellington está muy enfadado por las constantes comunicaciones de la plaza con Francia, así como por la llegada de continuos suministros y refuerzos a los sitiados. Pide encarecidamente que se refuerce esta flota de bloqueo, porque cree que su ayuda es imprescindible para lograr rendir la ciudad. Hay un detalle que le ha resultado extremadamente insultante. Se trata de la publicación, en los periódicos parisinos, del relato escrito por el propio General Rey, del fallido asalto del 25 de Julio. De todas formas, no sería justo no señalar que exime de toda responsabilidad a Sir George Collier, a quien alaba su celo en el desarrollo de su misión.

 

                        En el puerto de Pasajes ya se encuentran varias embarcaciones armadas tripuladas por marineros españoles, tras haber realizado una petición el mismísimo Wellington al General Freire. Estas embarcaciones serán inspeccionadas durante los próximos días por Sir George Collier, quien les dará el visto bueno para reforzar el bloqueo.

 

 

                       Por la noche zarpa una lancha desde el puerto de San Sebastián con los despachos del General Rey.

 

                  A continuación una reseña biobráfica del comodoro Sir George Ralph Collier, al mando de la escuadra de bloqueo. (Clicad sobre las páginas desplegables).

Sábado. 28 de Agosto de 1813.

62º día de Sitio.

                       A las cinco y media de la mañana regresa a Socoa la lancha con el Ayudante Doat. A pesar de sus esfuerzos, y haber pasado entre todos los barcos enemigos anclados entre Fuenterrabía y San Sebastián, cuando llegó a la entrada de la bahía donostiarra, siete peniches enemigos le impidieron el paso, optando finalmente por regresar.

                       Durante esa noche, la guarnición francesa realiza una salida silenciosamente hacia la parte derecha de las trincheras del istmo. El objetivo es la nueva batería. Llegaron hasta la parte superior del parapeto sin ser detectados, momento en el que la guardia, al percatarse de que estaban siendo atacados abrió fuego. Las mejoras realizadas en las trincheras, como medidas contra las salidas de la guarnición, que tanto daño habían causado, resultaron efectivas. Se habían mejorado los puestos de los centinelas y situado banquetas o pequeños parapetos a lo largo de las zanjas, para evitar un rápido avance de cualquier enemigo que lograse entrar en ellas. También se habían construido cantidad de gaviones y fascines gracias a 400 soldados portugueses que eran empleados, exclusivamente, en la mejora de estas posiciones tan expuestas. A esto hubo que sumar la rápida reacción de la artillería, que forzó a una rápida retirada del grupo atacante.

 

 

                        La batería adelantada (nº7) fue terminada esta noche. Su construcción no fue sencilla, ya que ocasionó múltiples enfrentamientos con los puestos avanzados de los franceses. El Teniente De Lamadrid, que estaba presente como uno más de los cientos de curiosos, militares y civiles, describe así lo que pudo ver desde su posición en lo alto del monte Ulia.

 

 

                          A toda prisa se intentó armarla inmediatamente con los cuatro cañones de 24' procedentes de las baterías del Alto de San Bartolomé, pero no se pudo completar el trabajo por el retraso que ocasionó el anterior intento de ataque enemigo. Con el nacimiento de las primeras luces, los cañones se ocultaron entre los parapetos de las trincheras.

                     El Teniente español observa el espectáculo. En este momento es cuando las baterías comienzan a castigar de manera más fuerte al revellín, la posición más adelantada de las fortificaciones del frente de tierra de San Sebastián. Pero mejor que sea él mismo el que nos lo relate.

                                Destaremos la descripción que hace de la ciudad, en la que nos indica que se encuentra destruida como mínimo en una tercera, parte como consecuencia de los proyectiles que salen demasiado altos. la angustia de los donostiarras encerrados entre sus muros tiene que ser enorme. Pero por muy grande que esta fuera, nunca se imaginarían lo que realmente les depararía el futuro. Este futuro tan oscuro comienza a ser un rumos entre las filas de los aliados. Los civiles, algunos donostiarras huidos antes de que la ciudad fuera sitiada, no dan crédito a lo que escuchan. El joven Teniente español intercambió unas palabras con un paisano que, como bien dice, nunca olvidará el resto de sus días.

 

                        Pero volvamos al día a día. Los efectos del bombardeo masivo a que están siendo sometidas las fortificaciones de la ciudad comienzan a ser rápidamente visibles.

                     Describamos el estado actual en el que se encuentran los objetivos principales:

 

  • La Torre de Amézqueta, en medio de la brecha principal sigue en pié, aunque su estado es ruinoso. Todavía puede ser posicionado en su cima un cañón que abriría fuego de flanco contra las tropas que penetrasen por la brecha.

 

  • La brecha iniciada en el extremo más cercano a la Zurriola de la gran cortina de tierra está lejos de ser practicable.

 

  • Esa misma brecha iniciada en la cortina alta afectaba al semi bastión de Santiago, pero sus muros, aunque muy dañados, también estaban lejos de ser practicables.

 

 

  • La artillería situada en la plaza está casi completamente silenciada. Contra estas piezas y sus servidores se dispararon con los morteros, causándoles mucho daño.

 

 

                           Jones nos señala que Lord Wellington está nuevamente viendo cómo se desarrollan las operaciones durante esta jornada.

 

                           El estado de las trincheras en su parte más adelantada no es muy buena.. Las consecuencias de las dificultades a la hora de construirlas, originadas por la resistencia francesa y las salidas de los defensores, son evidentes. Por delante de la batería nº 7 se siguen adelantando hacia los muros estas denominadas "zanjas", que en un primer momento son calificadas por los ingenieros como "asquerosas". Se destina un grupo de zapadores para adecentarlas durante la noche, y hubieran terminado su trabajo si no hubiesen estado tan agotados, como consecuencia del trabajo ininterrumpido durante los tres días anteriores. Los defensores apenas los hostigaron durante esta jornada.

                       Nuevamente se reanudan los trabajos para colocar los cañones en la batería adelantada, pero un accidente impide que uno de ellos llegue a estar operativo en su posición. Por lo tanto, la batería contará al día siguiente únicamente con tres piezas de 24'.

                         Esta noche el Capitán MacDonald realiza una de las proezas del sitio, ante las cada vez más preocupantes dudas existentes entre los oficiales, sobre la seguridad de las baterías situadas en las dunas del Chofre, en caso de que los defensores las atacasen en una de sus salidas. Hay teorías que dicen que el Urumea era vadeable en baja mar, por lo que se encontrarían muy expuestos. Hasta el momento, amparados en la seguridad que creían tener gracias al rio, las medidas de defensa de esas posiciones estaban bastante relajadas.

                      Este oficial, de manera voluntaria, se internó en el rio, amparado en la oscuridad de la noche, y avanzó hacia los sufridos muros de la ciudad. Llegó hasta la parte más baja del baluarte de San Telmo, sin ser detectado por los defensores, y regresó sin novedad a sus líneas tras confirmar sus peores inquietudes.

                      A la par de estos actos que podrían ser calificados de heroicos, sin riesgo a equivocarnos, se suceden otros muchos de índole completamente contraria. Las deserciones se suceden, principalmente entre las tropas que guarnecen las fronteras con Francia. Los tribunales militares no paran un momento. Juzgan hombres acusados de deserción ante el enemigo, con veredictos de lo más severos, condenándolos a muerte por ahorcamiento.

                     En esta jornada, se ordena reunirse en Oyarzun a las tropas voluntarias, reclutadas entre las unidades que hasta ahora no participaban en el asedio, y que vienen a "mostrar el camino hacia las brechas" a la 5ª División.

                     Wellington estuvo por la mañana de esta jornada reunido con Sir George Collier en Pasajes. Estudiaron las posibilidades de un ataque por mar, y los preparativos necesarios que esta operación requeriría.

Domingo. 29 de Agosto de 1813.

63º día de Sitio.

                          Según el despacho del General Rey, su Ayudante Doat regresa a la ciudad a la una de la mañana, aunque esta información no coincide exactamente con la de Depogé.

                         Se decide definitivamente por la parte aliada, instalar en la isla de Santa Clara una batería dotada de cinco cañones de 24' y un howitzer de 8'. Desde esta posición se podría bombardear las únicas posiciones francesas que hasta el momento han estado menos expuestas a los proyectiles aliados.

                       En el otro lado del Urumea, en las dunas del Chofre, la batería nº17 es definitivamente completada con los morteros de 10'. En total cuenta con 16 morteros, menos de los destinados originariamente, al haberse perdido uno durante los trabajos de desembarque en los muelles del puerto de Pasajes. Esta pieza se soltó de los cabestrillos, cayó al agua, y se hundió en el fango del puerto tan profundamente que su recuperación fue muy larga y dificultosa.

                         La actividad de las baterías de las dunas es frenética. Sus objetivos son claros y se lograrán completar durante la jornada.

  • La torre de Amézqueta es totalmente destruida antes de la tarde. El cañón francés que se había colocado en su parte más alta es desmontado de su cureña e inutilizado.
  • Una nueva pieza que asomó entre los restos del que fue Cubo de Hornos también es neutralizada.
  • La parte de la gran cortina más cercana a la Zurriola ya es practicable también antes de la tarde. El fuego combinado de la batería nº6 y las tres piezas de la más adelantada, la nº 7, tiene rápidos efectos. La aparición en escena de la nueva batería enfada mucho a los franceses, que abren fuego contra sus troneras. Uno de sus cañones recibe un impacto, a resulta del cual es desmontado. El oficial que abrió el fuego de la batería, Capitán Morrison, logró acelerar la cadencia de tiro de las dos piezas restantes.
  • Por indicación de Sir Richard Fletcher, ingeniero al mando de los trabajos de sitio, se somete a un vivo fuego de artillería la zona del glacis y la contra escarpa del hornabeque de San Carlos más cercana al rio. Sospechan que los defensores han preparado varias minas que podrían ser detonadas al paso de las columnas atacantes. Con este bombardeo se intenta que sus galerías se derrumben como consecuencia de las vibraciones provocadas por las explosiones de los proyectiles.

 

 

 

                         Este estado de destrucción es corroborado en el despacho del General Rey a Soult.

 

                      Durante la noche fue retirada una brigada que protegía la parte más adelantada de las trincheras y la batería nº7. Esta pérdida de hombres creó una cierta sensación de inseguridad entre los artilleros. Para prevenir los efectos de una salida francesa, y suponiendo que estos lograsen apoderarse, aunque fuera sólo momentáneamente, de la batería nº7, los oficiales idearon un sistema de seguridad que dificultaría enormemente a los enemigos la inutilización de los cañones. Cuando uno de estos quería dejarse fuera de combate, el sistema empleado era rápido y expeditivo. Se obturaba su oído con un clavo que impedía la detonación de la recámara como ya se ha señalado anteriormente en este trabajo. Para evitar este problema, se dispuso en cada cañón una plancha de hierro que, asegurada con unas cadenas, mantenía protegida esta parte tan vulnerable de la pieza. Finalmente, está claro que los atacantes terminarían retirándolas, pero el tiempo necesario para su eliminación daba una posibilidad de reacción a los defensores de las trincheras.

                     Este sistema gustó mucho y ante el inquietante descubrimiento, realizado durante la noche anterior por el Capitán MacDonald, los cañones situados en las dunas del Chofre también fueron dotados con estas medidas de seguridad.

                         Tras el trabajo de los zapadores en las trincheras más adelantadas, incluso por delante de la peligrosa batería nº 7, el estado desastroso que presentaban el día anterior a cambiado radicalmente. Se han adelantado aún más hacia las posiciones de la ciudad, y se han protegido con muchísimos sacos terreros, que dan mayor altura a sus paredes. Se han dejado amplias salidas hacia las brechas, para permitir el paso de las tropas de la manera más fluida y rápida posible.

                      Esta jornada llega a las trincheras de San Sebastián otro militar de suma importancia. Se trata del General James Leith, que había estado ausente mientras se recuperaba de una herida anterior. Es el General al mando de la 5ª División, e inmediatamente asume el mando sobre la misma.

                       Los tribunales jurídicos militares juzgan en un Consejo de Guerra al Mayor O'Halloran, oficial al mando del Campo de Trincheras cuando los franceses efectuaron la salida contra las posiciones de los aliados. Se le acusa de negligencia, aunque todos los cargos le serán retirados. Al parecer un Capitán, de servicio en el ejército portugués, se disparó a sí mismo en las trincheras, lo que ocasionó confusión entre los centinelas portugueses. Cuando llegaron los franceses, a eso de las seis de la tarde, otro oficial, esta vez portugués, malinterpretando las órdenes, impidió que se abriese fuego inmediatamente contra ellos, cayendo prisionero junto a su destacamento. Los franceses se extendieron rápidamente entre las trincheras, a pesar de encontrar una ligera resistencia en el extremo final del arenal. Tras ceder esta, los aliados fueron perseguidos hasta más allá de las ruinas de San Martín.

                          En esta fecha tenemos una nueva carta de Sagasti, el donostiarra exiliado en Usurbil. En ella podemos leer sobre el estado de los acontecimientos en San Sebastián:

                     "San Sebastián se defiende aún pero está en las últimas boqueadas a mi parecer y harto será que resista toda esta semana; se ha abierto ya 2ª brecha que estará practicable mañana, y quizás se abra 3ª para atacarla por varios puntos y economizar sangre".

                           "La plaza no es de primer orden, y es bastante irregular pero su posición local y el Castillo la hacen fuerte. Juegan sobre ella más de 60 bocas de grueso calibre y no se economizan bombas y granadas contra las baterías del Castillo. Los edificios padecen horror, y si la defensa se alarga algo no conocemos a nuestro pueblo; qué lástima".

                            La noche cae nuevamente sobre todas las posiciones, francesas y aliadas. Todos están exhaustos. Unos por la cantidad de proyectiles que han caído sobre sus posiciones, otros por haberlos lanzado. Los ingenieros franceses han trabajado sin pausa intentando reconstruir lo mejor posible las aberturas en sus líneas defensivas. El número de bajas ha sido enorme, según se queja el General Rey, pero vaticina que estas serán mayores aún, cuando se tengan que retirar al monte Urgull, donde la tropa se verá obligada a vivaquear bajo los proyectiles enemigos. Vemos que la moral francesa, aunque sigue alta, empieza a denotar algún rasgo derrotista.

                        La actividad no cesa en las líneas más adelantadas de los dos bandos. No se da ni un minuto de descanso. Los británicos han preparado un simulacro de ataque a las brechas. Se trata de hacer saltar las minas que se cree estaban preparadas por los franceses, haciendo creer a estos que estaban siendo atacados. También se podrá comprobar la capacidad real de fuego de los defensores.

                         Se trata de una misión suicida. Los atacantes tienen que simular un ataque a gran escala, por lo que es de suponer que se encontrarán con una reacción enemiga de igual medida. Si su acción tiene éxito, este significaría la muerte segura para todos ellos, al saltar por los aires, víctimas de la voladura de la mina o minas preparadas.

                      El grupo de voluntarios está mandado por el Teniente del 9º Regimiento MacAdam y formado por 17 hombres, todos voluntarios, de los Escoceses Reales.

                       El simulacro de ataque comenzó a las 10 de la noche. Las baterías abrieron fuego contra las brechas, y en el momento en que se escuchó a las cornetas británicas ordenar avance, modificaron sus objetivos hacia la derecha, más cerca del baluartillo de San Telmo. El grupo atacante avanzó haciendo el mayor ruido posible. Desde las trincheras disparaba también un nutrido grupo de fusileros. Dentro de los muros se escuchó el toque de alarma general, parecía que los franceses habían caído en la trampa. Los británicos llegaron a la brecha, ascendieron entre sus escombros en orden extendido y allí cayeron muertos, uno a uno, por los certeros disparos franceses, que demostraron tener sangre fría al no explosionar las minas. Solamente regresó el oficial al mando. El resto de hombres sacrificó sus vidas con la esperanza de haber salvado a muchos compañeros, en el próximo y definitivo ataque.

                         Mientras este calculado drama ocurre, es colocada la última pieza que faltaba en la batería nº 7.

                           El Ayudante del General Rey, Doat, zarpa de nuevo desde el puerto de San Sebastián.