HENEGAN, RICHARD DRAKE.

     Asistente del Comisario del Tren de Campaña desde el 1 de Noviembre de 1808. Veterano de Walcheren (1809).

     Sirvió en la Península de Agosto de 1808 a Enero de 1809, luego en Abril de 1809, y finalmente de Mayo de 1810 a Abril de 1814.

     Estuvo presente en las acciones de La Coruña, Cádiz, El Barroso, Tarifa, Vitoria, San Sebastián, Nivelle y Nive.

     Condecoraciones:   

     Medalla General por Servicios en el Ejército por La Coruña, El Barroso, Vitoria, San Sebastián, Nivelle y Nive.

     Posteriormente estuvo en la Batalla de Waterloo (1815).

     Escribió el libro titulado "Una Campaña de Siete Años en la Península y Holanda (1808-15)", publicado en Londres en 1846.

     Interesantísima obra, en la que se descubre al lector cantidad de anecdotas y acontecimientos que ocurrieron durante el asedio a San Sebastián. Imprescindible para el estudio de estos hechos históricos.

SEVEN YEARS CAMPAIGNING IN THE PENINSULA

TRADUCCIÓN

P.23 ARRESTO PECULIAR
CAPÍTULO III.


Capitán Norman Ramsey bajo arresto

General Vandeleur

Los fugitivos encubiertos

Llegada a Pasajes

Un cocinero portugués

Cambio de cuarteles.


La segunda noche nos llevaron a Villafranca, donde encontramos a la tropa de artillería montada del Capitán Norman Ramsey, y a una brigada de caballería bajo las órdenes del General Vandeleur. Este valiente oficial estaba en paro por circunstancias de una naturaleza peculiar. Lord Wellington lo encontró en el valle de Araquil, al día siguiente de la batalla de Vitoria, y le había dado órdenes para poner sus tropas en posición en un pueblo vecino, y que no se moviese hasta que recibiera nuevas instrucciones de él mismo.

24 Norman Ramsey.
Temprano, a la mañana siguiente, un oficial de Estado Mayor, de la división de caballería a la que estaba unido Ramsey, montó para ordenar la ayuda de su tropa en los puestos avanzados. Ramsey explicó su posición en relación con las órdenes que había recibido de Lord Wellington la noche anterior, pero se le dijo que el cambio de circunstancias había producido un cambio de órdenes, y bajo esta idea, Ramsey condujo a su tropa hacia el puesto de avanzada. Con una gran descontento, Lord Wellington se enteró de esta infracción, si se le podía llamar infracción, y totalmente despreocupado por los brillantes servicios anteriores del infractor, porque a Norman Ramsey nadie le igualaba en valentía, talento y cualquier otra cualidad que forma un soldado y caballero. La rueda había, sin embargo acelerado, e iba a hacer de él una víctima, el mando de su tropa fue trasladado al siguiente oficial superior, y con el corazón casi roto por las secuelas en su reputación, que se había ganado tan noblemente en los muchos campos de batalla de la Península, Norman Ramsey estaba esperando la orden que iba a mandarlo de vuelta a Inglaterra.

GENERAL VANDELEUR  25
Mi primer objeto tras llegar con mi grupo a Villafranca, era encontrar algún rincón cómodo, sin crear sospechas, para el descanso de esa noche a mis arrieros. Esto se llevó a cabo gracias a las gestiones de un sargento alemán, que logró obtener para sí las mejores casas próximas a la mía. Cuando todo quedó en silencio, llevamos a cabo el cambio de los lechos de paja limpia en los establos de las mulas y nuestros señoriales arrieros disfrutaron de su propio lugar de cómodo descanso.
A la mañana siguiente, estaba desayunando con Norman Ramsey, y los oficiales de su tropa, ahora al mando de otro, cuando el general Vandeleur llegó. Al entrar en la habitación, se acercó a Ramsey, y agarrando su mano con la calidez de un soldado hermano dijo: "El objeto de mi visita, capitán Ramsey, es la inspección de su tropa". "Mi tropa ya no es, general, ", respondió pobre Ramsey, con profunda emoción.

"Estoy encantado de decir que estás equivocado, capitán Ramsey", prosiguió el general, "porque soy feliz portador de órdenes del cuartel general, que me autoriza, como he dicho antes, para inspeccionar su tropa. La orden es que se te restaure el mando. "
Ramsey, vencido por sus sentimientos, se dio la vuelta y lloró, mientras todos los oficiales presentes, y ninguno más que el cordial capitán Cater, le dijo que lo había superado, dando rienda suelta a los sentimientos de alegría por este feliz término. Sin embargo, a pesar de esta favorable restauración, la rueda, como dije antes, se había acelerado desde el cuartel general, y Norman Ramsey, cuyo nombre había aparecido con distinción en los despachos de Vitoria, y que se había distinguido en cada brillante acción de la memorable campaña de 1813, se omitió en el brevet que salió después de Vitoria, y quedó en blanco cuando terminó la guerra en España, sin una distinción de honor en su haber.

Al salir de Villa Franca, continuamos nuestra ruta a través de la carretera que une Tolosa y Pasajes. El camino estaba tan poco frecuentado, que poco a poco los compañeros de viaje  empezaron relajar las precauciones que


* El Mayor Norman Ramsey se encuentra enterrado en una tumba de soldado en la llanura de Waterloo.

PASAJES. 27

tomaron durante la marcha del primer día, y la dama de pequeños ojos negros españoles, a veces se relajaba, por su lenta carga, y hasta se animaron a hablar conmigo cuando me bajé de mi caballo para caminar junto a ella misma y su marido. Si una figura humana aparecía en la distancia, el sargento alemán tosía como habíamos convenido, que era la señal para que todos nosotros retornáramos a nuestros respectivos lugares en la parte delantera y trasera.


Así paso la jornada, en la seguridad, hasta que llegamos a Pasajes, donde las dificultades hubieran aumentado a nuestro alrededor, de no ser por el buen manejo de nuestro amigo el sargento. Mi casa en Pasajes era una vieja casa medio destruida, con vistas al puerto, y  llena de largos pasillos, rejas de hierro y trampillas, que sin duda hubiera sido seleccionada por la señora Radcliffe para el teatro de sus monstruosidades. Había una terraza de madera vieja en frente de la casa, que domina el océano literalmente, y en la quietud de las horas de la noche, ese viejo y loco lugar se convertía en un dulce descanso, desde donde ver las miríadas de estrellas que iluminaban el cielo del sur, que se refleja en su profundo lecho de azul celeste.

28 DE SATANÁS CHEF-D'CEUVRE.
Pero incluso mejor que los sentimentales, eran los sitios oscuros y rincones que ofrecen seguridad a quienes lo requerían.


En la planta baja, si así se podía llamar, antes organizada como despensa, ahora estaba desocupada, salvo por unos cuantos muebles viejos, por lo que se convirtió en objeto de especulaciones para nuestro sargento, y por lo tanto en mis aposentos. Una pequeña cocina se encargó del aparato culinario de mis comedores, bajo la dirección especial de José', un cocinero portugués, que lo hacía tan mal, (…), que hasta hoy me inclino a pensar que Satanás lo envió como uno de sus chefs-d'oeuvres, para "hundir, quemar y destruir" todo lo que estuviese a su alcance en la tierra. La habitación contigua se asignó como mi propio dormitorio, en realidad escasa de muebles, por lo que el conjunto de mi equipaje del campamento, ropa de cama, etc. fue trasladado a una habitación interior, en el que había colocado a Don Miguel y a su Doña Margarita.
El sargento había pedido, de parte de los refugiados, la parte más aislada en este apartamento, y que mis ocupaciones,

PATRIOTISMO ESPAÑOL. 29

de la naturaleza que fueran no pasaran de la puerta, y así se diera poco margen para las conjeturas en la vieja casa que habitábamos en común. Así las cosas salieron adelante, y mientras tanto se concluyeron las operaciones de desembarco de la artillería pesada y material para el sitio de San Sebastián, así como el equipamiento de los cañones y morteros de las baterías, un conjunto de tareas laboriosas que recayó en el departamento del Tren de Campo.

Alpha

Cada hora que yo podía disponer en medio a mis numerosas ocupaciones, se dedicó a aliviar el confinamiento monótono de mis invitados españoles, y todas las noches, después de caer la oscuridad, me encontraba a gusto escuchando los razonamientos engañosos de Don Miguel, que atenuaban su conducta política, o con el acompañamiento suave de la guitarra de su señora, mientras cantaba las hazañas patrióticas de  españoles, o relatos de caballería españoles.


¡Ay! deberían vivir en una canción paz! El perfume de la flor se ha extraído, pero la raíz que lo llevaba se ha muerto en la tierra.

Cuando el peligro nos ha rondado durante un tiempo,

30 PELIGRO
sin habernos infringido ninguna herida, crecemos insensibles a su continuación, en la creencia de que la seguridad del pasado es una garantía para el futuro. A veces, incluso, olvidándonos por completo nuestra peligrosa situación, y avanzar más y más con una especie de irresistible fatalidad, que satisfará el mal, que en un primer momento hicimos tantos esfuerzos por evitar. La consecuencia de las aventuras de mi amigo español era una ilustración de esta realidad. Entre tanto, tuve que dejar mi habitación en la casa vieja, para tener una comunicación más fácil con Sir Thomas Graham y el Coronel Dickson. Esta fue la primera fuga surgida en la corteza que yo había preparado y guiado para llevar a mis pobres refugiados a buen puerto, pues aunque los dejé en mis viejos aposentos, bajo el cuidado especial de nuestro amigo el sargento, había otro más en el lugar, que necesariamente se había convertido en una especie de semi-confidente, y que no era otro que José.

31. SAN SEBASTIÁN

CAPÍTULO IV.


ATAQUE A LA FORTALEZA DE SAN SEBASTIÁN

LA FIESTA DE LOS MARINERO

MARINOS EN TIERRA

EL MARINERO DE LA BATERÍA

LOS BEBÉS

LOS TERRIBLES EFECTOS DE UNA GRANADA

UN PEQUEÑO HÉROE

EL VIOLÍN SILENCIADO

Las baterías están completamente armadas, y los almacenes preparados para su suministro, la artillería al mando del coronel Dickson abrió fuego sobre la fortaleza de San Sebastián el 20 de julio.
Nuestra fuerza naval en la acción consistía sólo en La Surveillante, de cuarenta cañones, al mando de Sir George Collier, y la balandra Lyra, del Capitán-Bloigh, una fuerza totalmente inadecuada para pode


32 UN GRAN ENTRETENIMIENTO.


evitar que la guarnición recibiera suministros desde Bayona. Desde el viejo barco, un grupo de valientes compañeros como jamás haya existido, fue enviado a trabajar a la orilla en una batería de seis carronadas de veinticuatro pulgadas, bajo el mando de su primer Teniente Dowell O'Reilly.

Fue la noche anterior al ataque cuando tomé posesión a mis nuevos alojamientos, ansioso, lógicamente, por el traslado de Don Miguel y su esposa a mi nueva morada, tomé una lámpara para explorar las áreas inferiores de la casa, y evaluar sus capacidades para mi propósito. Al bajar las escaleras, me encontré con un sonido de alegría bulliciosa, unido con los tonos de un agudo violín, y, siguiendo los sonidos, me encontré con una habitación grande, apropiada para un espectáculo grandioso.

Velas de sebo metidas en botellas, como sustitutos de los candelabros, iluminaban la fiesta; grandes toneles de sidra destinados originalmente para los locales, fueron almacenados lejos, sin ceremonias, en las esquinas, para hacer espacio para los bailarines, con la excepción de uno, que sirvió de galería para la orquesta. Por eso, en
Blue Jackets. 33
haciendo una exhibición triunfal, estaba el violinista chirriando, mientras que más de treinta chaquetas azules estaban pagando el doble por el baile del marinero, hasta que las vigas temblaron y seguidamente se agrietaron.

A lo largo del techo había una doble fila de hamacas colgadas, y esta última circunstancia no dejaba ninguna duda de que estos alegres hombres estaban alojados en la misma casa que yo. Apenas tuve tiempo para anular mis planes para los refugiados, cuando vino el teniente al mando, a darme cumplidos del coronel Dickson, y me informó que por recomendación de ese oficial, se habían llevado a esos hombres a mi local de gran capacidad. Sin duda suponía el coronel por su buen consejo, que uno de los barriles de sidra, (…) porque los chaquetas azules habían transferido la totalidad de su contenido a la custodia de las cantimploras de sus cinturones. Se me pidió amablemente sancionar con mi presencia, la instalación de los marineros en sus hamacas colgadas en tierra, y se mantuvieron alegres hasta los albores de la mañana, cuando comenzamos nuestras operaciones


34 JACK ASHORE


contra la fortaleza de San Sebastián. Y ahora, después de haber prestado la debida atención a la alegría feliz de nuestros alquitranes (marineros) Jack, voy a tratar de hacer un débil esbozo para lograr una descripción que esté a la altura de la realidad, (…), sobre las características de la pequeña batería en que servían.

 

Era temprano por la mañana siguiente tras nuestra diversión, y me ofrecí a mostrarles un atajo a su batería, y, dirigidos por el violinista, que chirriaba  la melodía de "vida de Jack," nos pusimos a la vista de los soldados franceses sobre las murallas, y mucha gracia tiene que haberles hecho a sus ojos ver las chaquetas azules de corte (…) hasta que un disparo resonó sobre la cabeza desde una de las partes, y el afortunado que escapó tuvo que agacharse, mientras que sus compañeros jugaban al salto de la rana sobre él, y luego el violín nunca paró, y arrancó con "Jack está vivo", o "Hearts of Oak."

La batería de los marineros era tan valientemente operada, que los oficiales de artillería e ingenieros solían bajar por turnos,

 

SAILOR’S BATTERY 35

 

ya sea para decir unas palabras de aprobación a los hombres, o para divertirse con las formas originales y pintorescas de estos soldados anfibios. Nada les intimidaba, nada hacía que se retirasen, e incluso si un proyectil asesino caía, con sus estragos en la pequeña batería, “de Jack Alive", era tocada de forma instantánea por el violín entusiasta, para detener cualquier dolor que la pérdida de uno de estos hombres valientes podrían haber causado a los demás. Así, tres días con sus noches de fuego incesante, desde ambos lados, transcurrieron. A la derecha de los marineros, había una batería de veinte veinticuatro libras, operada con tanta habilidad por los artilleros de la artillería real, que la gran brecha de la fortaleza era practicable en la tarde del día 23, un día, por desgracia, que estaba llena de horrendos resultados para nuestros valientes alquitranes (marineros). Hasta ese momento, las víctimas en las baterías habían sido relativamente insignificantes, debido, en gran medida, a su hábil construcción por los ingenieros, que brindaba toda la protección posible a los artilleros, por la colocación de traviesa, etc, salvándolos de la las esquirlas de proyectiles, y otros accidentes.

 

36 LOS BEBÉS.


Los franceses tenían, en San Sebastián, cuatro morteros inmensos, desde los cuales lanzaban proyectiles de catorce pulgadas de diámetro, que hasta ahora, ninguno de esos monstruos se había abierto camino a las baterías, pero a medida que pasaban sobre nuestras cabezas, el gran recorrido que realizaban a través del aire y el ruido terrible de su explosión, nos hizo reconocerlos claramente, en medio del estruendo de todas las otras armas. Los alquitranes los habían bautizado como "los bebés", y reconocían a cada "bebé", con su ruido peculiar, a distancia más allá de las posiciones de su batería, los marineros saltaban para esquivarlos, y tocaban el violín.

 

Fue alrededor de las once de la mañana del día 23, cuando uno de estos terribles proyectiles, lanzado con precisión mortal, apareció por el aire, y descendió como un poderoso destructor, directamente en la batería de los marineros. El monstruo golpeó en la parte posterior de un pobre hombre, que se había arrojado de morros como única posibilidad de escape, y explotando en el mismo instante, mató o dejó terriblemente mutilados a diecisiete de estos campeones de noble espíritu, de las murallas de madera de Inglaterra (se refiere a la flota inglesa).

BEN HARRIS. 37

Las habituales risas ahora ya no fluían, y los supervivientes se miraron tristes, asombrados, ante el repentino adelgazamiento de sus filas, y los chirriantes toques del violín fueron cambiados por profundos gemidos de los pocos en los que la vida aún persistía.

Había un niño en la fiesta, que era querido por todos, guapo, alegre y valiente, y tan joven, ya que sólo tenía quince años, que sus compañeros de mesa no querían oír hablar de que los acompañara a la batería, por lo que siempre trataban de encontrar para él un poco trabajos, que iba a mantenerlo a las puertas. Pero Ben Harris no se quería mantener fuera del peligro, y su joven corazón jadeaba por la gloria, y la encontró, pobrecito, a costa de un sacrificio terrible. Lo encontraron, a una distancia considerable, con las dos piernas cortadas limpiamente. Nunca olvidaré la ternura con que sus compañeros lo llevaron al hospital, donde recibió todos los cuidados, pero el shock fue demasiado grande para que, con sus tiernos años lo superara, y sobrevivió, pero solamente por un corto período.

El bueno y valiente O'Reilly voló directamente a través de la tronera, por la onda


38 EL SILENCIO PIDDLE.


explosiva que acompañó a la monstruosa granada en su vuelo hacia abajo. Aunque recuperado sin sentido, declaró no haber sufrido ninguna lesión grave, ni herida exterior, sin embargo, la finalización anticipada de su valiente carrera, muy poco después, llevó a sus amigos a creer que nunca se había recuperado de los efectos de esa conmoción cerebral. Después de este desastre, la batería de los marineros adquirió un aspecto completamente diferente. Los hombres trabajaban en sus armas con la misma actividad, pero en silencio, las alegres bromas no se escucharon más, y al volver a visitar la sidrería, que había visto tan alegres a algunos cuyos ojos estaban cerrados por la muerte, vi que una mano había colocado en un humilde lugar, en la pared, el violín que ahora estaba en silencio.

 

TREN DE ARTILLERÍA 39


CAPÍTULO V.


COLOCACIÓN DEL TREN DE ASEDIO

LOS PREPARATIVOS PARA EL ASALTO

DISPOSICIONES IMPRUDENTES

EL GRUPO DE ASALTO

LOS PREPARATIVOS DEL ENEMIGO

EL ASALTO

PÉRDIDAS TERRIBLES DE VIDAS

PIEDAD DE UN OFICIAL FRANCÉS

DESASTROSO RESULTADO DEL ASALTO A SAN SEBASTIÁN

LA ELIMINACIÓN DEL TREN DE ARTILLERÍA

 

La fuerza empleada en el tren de artillería contra la fortaleza de San Sebastián estaba dispuesto así: A la derecha del ataque, a lo largo de las dunas de arena del Chofre, había 20 veinticuatro libras, 4 carronadas de sesenta y ocho pulgadas, 4 de 10 pulgadas, y 6 morteros de ocho pulgadas. A la izquierda, frente al convento fortificado de San Bartolomé, 6 cañones de dieciocho, bajo


40 LAS BATERÍAS.


la dirección del coronel Hartman, de la artillería alemana. Hasta el Monte Ulía, se había arrastrado, con gran trabajo, los 6 morteros de ocho pulgadas desde las dunas de arena del Chofre y desde esta posición podemos estudiar las baterías enemigas del Mirador, y Monte Urgull.

Las diversas baterías se montaron bajo la dirección de los tenientes coroneles May y Frazer, de los Mayores Dyer y Webber Smith, y de los capitanes Dubordieu, Parker, etc, todos bajo el mando del coronel Dickson.


El departamento de Ingeniería fue mandado por Sir Richard Fletcher, hábilmente asistido por el coronel Burgoyne, el Mayor Ellicombe y Smith, este último, un oficial que se había distinguido mucho en la defensa de Tarifa, había sido seleccionado para diseñar el plan del sitio, y para supervisar los detalles.

 

En el segundo día de bombardeo, la artillería perdió un oficial que prometía, el Capitán Dubordieu, que resultó muerto por la metralla de una granada. El día 23


DISPOSICIONES IMPRUDENTES. 41


una brecha más pequeña, a la derecha de la brecha principal, se hizo practicable, y se hicieron los preparativos para el asalto antes del amanecer, de la mañana siguiente. Durante la noche, dos mil hombres, pertenecientes a la quinta división, fueron puestos en posición en las trincheras, pero el ataque fue retrasado, como consecuencia del incendio de las casas inmediatamente pegadas a la brecha, y durante el día 24, las piezas de nuestras baterías siguieron empleadas en la destrucción de las nuevas defensas y obstáculos puestos por el enemigo. En las horas muertas de la noche, el mismo grupo de ataque, encabezado por sus líderes valientes, se volvió a preparar en las trincheras, esperando su señal para avanzar.

Y aquí justamente se pueden observar las disposiciones imprudentes de nuestro primer asalto a la fortaleza de San Sebastián. En primer lugar, la hora seleccionada, fue una de completa oscuridad, circunstancia que llevaba consigo tanto mal, que no debe ser pasada por alto, a la ligera. Sin, por un momento, dudar del valor innato del soldado británico, el sentido común

 

42. STORMING PARTY

 
señala el error de permitir a los hombres, el poder de eludir el peligro, sin estar expuestos a la sana disciplina del ojo de los compañeros, la única que es suficiente, en muchos casos, para que los hombres sean valientes. Los mismos soldados, que respondían con gritos y vítores ante la brillante mirada de su oficial, bajo el resplandor de la luz del día, acometiendo a la cima de una brecha, podrían mostrar menos entusiasmo en la búsqueda de la muerte, si el velo de las tinieblas pudiese servir para ocultar tanto sus actos de valor, o la ausencia de ellos. En el caso que nos ocupa, las tropas tenían la desventaja adicional haber perdido el ardor que sentían en un principio, por el aplazamiento de veinticuatro horas de los peligros que les amenazaban, en todo momento, en un asalto, y que ocasionó, sin duda alguna, la pérdida del entusiasmo del ataque.

Mucho antes del amanecer del día 25, el grupo de asalto salió de las trincheras. La columna principal fue mandado por el Mayor Fraser, de los Royal, encabezada por la “forlow hope”, al mando del teniente Campbell, del Regimiento 9, y acompañado por el teniente Harry Jones,

 

GENERAL REY. 43

 
de los Ingenieros, que se ofreció como guía hacia la brecha. El camino desde las trincheras a los puntos de ataque era malo en sus extremos, teniendo 200 metros de distancia, con afiladas rocas puntiagudas, y agujeros profundos de agua de mar, que la retirada de la marea del río Urumea dejaba.

El gobernador de la fortaleza, General Rey, no había sido negligente, y había reunido todo su poder de destrucción contra los asaltantes, y cuando estos avanzaron con rapidez, fueron expuestos, tanto como a  las dificultades del terreno, como a un fuego terrible de fusilería y proyectiles desde las murallas. Al mismo tiempo, de frente, una fuerte descarga de metralla cayó sobre ellos desde la batería del Mirador, que enfocaba el flanco de la brecha. A pesar de todo, todavía nuestros hombres se apresuraron, encabezados por sus valientes oficiales, cuyos gritos de ánimo eran audibles a través de las desordenadas columnas que la estrechez del desigual terreno había ocasionado. La “forlow hope” hizo un esfuerzo desesperado para subir la brecha, que en parte tuvo éxito, pero

 

44. UN VALIENTE ASALTO.

 
pocos sobrevivieron al intento, y su valiente líder cayó herido en el esfuerzo infructuoso para mantener la posición. El teniente Jones, de los Ingenieros, fue el primero en mostrar el camino a la cima, seguido de cerca por el comandante Frazer de los Royal, cuyo fuerte grito de "¡Síganme, muchachos", se escuchó claramente en medio del tumulto del ataque, hasta que muerte congeló sus labios. Los hombres más destacados de los Royal presionaron bien adelante, y algunos pocos se mantuvieron con sus intrépidos oficiales, pero el resto de la columna que avanzaba, impresionado por el abrumador fuego a la que fueron expuestos por todos lados, se quedó atrás, y volvieron sus mosquetes sobre la enemigo en las murallas. Sin el apoyo de sus compañeros, los hombres más destacados fueron cayendo uno a uno sobre la brecha, y el teniente Jones, engañado por la oscuridad, en la creencia de que sus pasos serían seguidos de cerca por los asaltantes, saltó valientemente desde lo alto de la brecha al suelo de debajo, a una distancia de más de tres metros y medio. Si le hubiesen seguido, se dio cuenta de que la fortaleza de San Sebastián pudo

 

EL RECHAZO. 45


haber sido nuestra, pero no era así. Y Jones se quedó solo en un terreno hostil, era un prisionero herido.


Después de estos intentos desalentadores para lograr tener un pie en la brecha, parece que no se efectuaron los necesarios esfuerzos combinados, lo que se hizo evidente por el destino de esos valientes que perdieron la vida en su cima, que era practicable. Cuando el sol del mediodía brilló sobre los hombres, al pie de la brecha, había pocas dudas de que si el teniente Jones hubiese sido gloriosamente seguido por su grupo, el asalto hubiese sido victorioso.


La creciente intensidad del fuego del enemigo, doblaba nuestras filas, con una fuerza terrible,. La oscuridad seguía prevaleciendo, entre los momentos de confusión, y los asaltantes, atacados por el pánico ocasionado por la caliente recepción que habían encontrado, en medio del torbellino de fusilería, lleno de proyectiles y silbidos de metralla, se volvieron hacia las trincheras. Pero eran casi tan difícil conseguirlo, como lo era alcanzar la cumbre de la brecha. El estrecho camino quedó atascado por los asaltantes, formando una masa densa, y fue sólo cuando el

 

46 CORONEL FRASER.

 
demonio de la destrucción había saciado por completo su apetito, cuando un reducido número de nuestros hombres lograron los medios necesarios de retirada hacia las trincheras.


Una vez recuperadas las trincheras, y la comprensión de nuestro fracaso promulgada, nuestras baterías reabrieron un fuego continuo y enorme contra la fortaleza,  (…).


Cuando un gris amanecer estaba apareciendo a través del cielo del este, y los objetos que la rodeaban comenzaron a hacerse perceptibles, desaparecieron las sombras dando paso a sus formas acostumbradas, fue cuando el coronel de la artillería, Frazer, visitó la batería de veinticuatro libras, empleada activamente en ese momento contra la fortaleza. Sus ojos, naturalmente, se volvió en dirección a la escena donde se había desarrollado el fracaso de la noche anterior, y en medio del humo que se encrespaba ligeramente envuelto por el aire de la mañana, le pareció percibir una figura en lo alto de la brecha. Una vez más, se le ocultó por los gruesos nubarrones de humo que provenían del incendio que había regresado a la fortaleza, y de nuevo, otra vez, cuando el


NOBLE ACCIÓN.  47


rizado humo se difuminó en el aire azul, lo vio más claramente. Cuando la luz de la mañana aumentó, el contorno de la figura se hizo claramente perceptible, y el coronel Frazer entonces pudo distinguir que se trataba de un oficial francés, haciendo diversas señales telegráficas con su espada a las baterías inglesas. La singularidad de la circunstancia motivó que el coronel Frazer detuviera el fuego, lo que fue respondido por un cese similar desde la fortaleza, y un oficial fue enviado de inmediato para recibir una explicación por este procedimiento extraordinario, amparándose en la seguridad que se le ofrecía, por la continuación de la posición del francés en la brecha, con su espada apuntando a la tierra.


En los anales de la presente guerra, es cierto, que se han realizado muchas acciones nobles, que proclaman la abnegación por sí mismas. Muchos rasgos de heroísmo personal, atraen la admiración de nuestros corazones hacia el héroe,  (…)

 

48 UN OFICIAL FRANCÉS VALIENTE.


pero en el caso presente, el oficial, en la brecha de San Sebastián, corría el riesgo, una y mil veces de perder su vida, por causa de la sagrada humanidad.


En los muros de la fortaleza y en el trayecto de las murallas, yacían nuestros oficiales y soldados heridos. Los proyectiles de las baterías, que estallan en los muros de la fortaleza, se extendieron sobre estas pobres criaturas indefensas, matando e hiriendo a los que ya estaban heridos, mientras que los disparos también se reanudaron desde sus paredes, junto a ellos. El espectáculo de tanto sufrimiento no podía ser soportable incluso por el enemigo, y con un noble de espíritu, un joven oficial francés dio un paso adelante para dar a conocer su angustiosa situación. Buscó una peligrosa posición, bien visible en la brecha, como el mejor medio para darnos a conocer el mortal efecto de nuestras propias armas sobre nuestros compatriotas heridos.


Como consecuencia de esta información, fue acordada una hora de tregua por las partes beligerantes, y una escena muy curiosa e interesante se desarrolló en este corto período. Los soldados británicos y franceses se dedicaron promiscuamente en la atención a

 

PÉRDIDAS DE VIDAS. 49


los heridos, y era para reflexionar, ver la facilidad con que los soldados franceses, cada uno cargado con el bulto de un hombre herido, lograban ascender a la misma brecha que tantos habían encontrado impracticable. Aunque bien es cierto que la luz del día había sustituido ahora a la oscuridad de la noche.


Los franceses no se opusieron a que los soldados británicos llevaran a sus propias trincheras a muchos de sus compatriotas, pero los recogidos por los franceses al interior de la fortaleza, se convirtieron en prisioneros de guerra. A la hora del vencimiento de la tregua, los contendientes volvieron a sus respectivas posiciones, y las armas recomenzaron con su atronador sonido, y en consecuencia, se puede decir que había terminado el primer asalto a la fortaleza de San Sebastián. Un entreacto sin éxito, que nos costó, entre muertos y heridos, más de 500 soldados y cincuenta oficiales, pero aún peor que la pérdida de tantos compañeros valientes, fue el desmoralización que invadió las filas de nuestros hombres, cuando la magnitud real de nuestro fracaso se conoció. Una desmoralización no resuelta, sin mezclarse


50  SAN SEBASTIAN ABANDONADO.


con la vergüenza, que bajaba las frentes, y aunque no se comentaba, no había uno que no pensase que podría haber hecho más de lo que había hecho.

 

Es fácil imaginar que tal sentimiento, en los soldados británicos, rápidamente engendra otro, el de olvidar el pasado y recuperar un futuro glorioso, por lo que los corazones de todos jadeaban con el único deseo de ser guiados por segunda vez contra los muros de San Sebastián. En medio de estas aspiraciones, los movimientos del ejército francés, hizo que Lord Wellington ordenase que el conjunto de las armas, tiendas, etc, fuesen inmediatamente enviados a Pasajes para su embarque, y San Sebastián se quedó, solamente, en estado de bloqueo.


La operación de retirar el tren de artillería de sitio hacia Pasajes, y su posterior embarque, se llevó a cabo en todos sus detalles por el departamento de tren de campo, y por consiguiente, me encontré una vez más en mi cuarto con vistas al puerto.

 

REFUGIADOS ESPAÑOLES. 51

 

CAPÍTULO VI.


MALOS PRESENTIMIENTOS

EL IMPRUDENTE DON MIGUEL

SU PROYECTADA FUGA A FRANCIA

PERFIDIA Y PICARDÍA DE JOSÉ

PELIGRO POR MIS AMIGOS ESPAÑOLES

LA BATALLA DE LOS PIRINEOS

LAS POSICIONES DE LOS EJÉRCITOS FRANCÉS E INGLÉS

 

Mi ausencia de pasajes había interrumpido toda comunicación entre mi persona y los refugiados españoles, salvo en dos ocasiones, cuando el sargento alemán había estado en San Sebastián, para decirme cómo iban las cosas sobre ellos. De él supe que don Miguel había abandonado el disfraz dell que su seguridad dependía, y que se ausentaba frecuentemente de casa durante las horas de la tarde, lo habían destruido todas las esperanzas de que su presencia fuese una incógnita en la población. He oído también que se había


52 IMPRUDENCIA.


peleado con mi cocinero, 'José, lo que hizo que me entrase un mal presentimiento, Llamé a la puerta de su apartamento la primera noche de mi regreso a Pasajes. Me abrió una mujer encantadora, con el traje de las damas andaluzas de rango, (…) Yo temía el cambio, porque vi desaparecer de un solo golpe todos los beneficios que la continuación de nuestro bien concebido plan podría haber asegurado, y si bien, en el primer momento, me alarmé por cuenta propia, fue imposible ocultarme a mí mismo, que mi posición era poco embarazosa, por albergar a personas que habían sido empleadas, de manera inequívoca, en los intereses de Francia.

 

Antes de que pudiera recuperarme de as novedades, un silbido bajo mi ventana realizado por la señora hacia la terraza, miré hacia abajo, donde un par de escaleras de madera, conducían a un pequeño embarcadero que había debajo. Su mano justo arrojó una cuerda,


DON MIGUEL. 53


y siguiendo sus pasos, vi una figura, entre la oscuridad,  retrocediendo, que saltó desde un pequeño bote, para amarrarlo con cuidado, y luego Don Miguel apareció ante mí. A decir verdad, los dos estábamos sorprendidos, aunque tal vez por diferentes causas, y apenas pude contenerme al escuchar sus razones para un acto que me pareció poco menos que una locura. Abandonando la seguridad que otorga la reclusión, y que ahora los dos habían dejado, se imaginó que la mezcla con los habitantes de Pasajes, al igual que cualquier otra persona, aumentaría las posibilidades de huir, y en esta creencia, había comprado un barco, con el que él y su esposa hacían a diario, o más bien todas las noches, excursiones por el agua, preparándose para la última, que sería con seguridad,  como él esperaba, a la costa francesa.

 

No habían entrado en discusiones con don Miguel, por el hecho que un barquero español fuese un compañero indispensable, y que toda la costa estaba vigilada por los buques españoles que participan en un escrutador bloqueo. En vano le he insistido en que lo prudente era quedarse quieto, al menos hasta

 

OBSTINAMIENTO 54.

 
que conociésemos con más exactitud los movimientos de las fuerzas españolas, lo que a su vez puede permitir un escape por tierra a Bayona, sin acercarnos a sus líneas. En vano he señalado la imposibilidad de escapar al escrutinio de una fuerza de bloqueo por mar. Pero la obstinación se había plantado en su grupo, decididos a no ceder a la razón, y así los dejé.

 

Los preparativos para una renovación anticipada, en la mañana siguiente, y el embarque de los almacenes de artillería, me mantuvo hasta una hora muy tarde fuera de mi habitación. Era una noche sin luna, y las irregulares calles de Pasajes estaban tan envueltas en la oscuridad, que llevaba, como una protección necesaria, un farol para guiar mis pasos.



El sonido de voces, en animada conversación, y a una hora tan intempestiva, me hizo, por un momento, dudar si hacer avanzar o retroceder, y en ese momento los sonidos guturales de José junto con españoles golpearon mi oído.

 

La curiosidad y una cierta sensación extraña, indefinible, y misteriosamente poderosa, me hizo retroceder tras de la esquina que sobresale de un viejo



APARICIONES SOSPECHOSAS. 55


edificio, pero el coloquio, que podría haber oído, estaba terminado. Las partes se alejaron, y sus voces bajaron hasta convertirse en un susurro, y no tuve más remedio que regresar, con la curiosidad insatisfecha, y muy intranquilo, a mis aposentos. La puerta la abrió José, y aunque le iluminé con la luz de mi farol fuertemente en la cara, con la esperanza de encontrar algún rastro que pudiera resolver mis dudas, nada fue perceptible más allá de la media sonrisa, de tranquilidad astucia, que por lo general siempre me mostraba .

 

La mañana siguiente, temprano, antes de salir de mi cuarto, me fui a ver a mis amigos españoles para advertirles del peligro que yo creía que los amenazaba, y les rogué que reanudaran su vida de retiro, hasta que las oscuras nubes que rondaban su destino hubiesen desaparecido. Doña Margarita estaba ocupada ocultando dentro de un cinturón de cuero entretejido, algunas valiosas joyas que había traído de Vitoria, mientras que su marido, con ansiedad febril, me dijo que en la noche anterior, había visto desde una pequeña ventana con vistas a la estrecha calle, a dos hombres de aspecto muy sospechoso en estrecha

 

56. JOSÉ

 
conversación con José, y que un oscuro presentimiento le indicaba cual era el tema de esa conferencia, y que en lugar de vivir presa de mil temores, había determinado que aquella noche, intentarían una escapada a la costa francesa. El barquero estaba ya avisado, el bote amarrado debajo de la ventana, y el resto confiado al cuidado de la Virgen bendecida por él.

 

Durante ese día, el embarque de los almacenes de artillería se completó, y mis órdenes fueron partir hacia el cuartel general, en Lesaca, una oportunidad que se me ofreció, por lo tanto, y no debía ser desaprovechada, de conseguir que José "estuviese fuera de juego”. Le di instrucciones para irse de inmediato a preparar mi habitación en Lesaca, pero no pude evitar intuir que mostraba en ese momento una risa sardónica en sus ojos, que me mostró claramente, como si lo hubiera dicho: "Yo soy un tipo más listo que tú. "

 

Al ponerse el sol partió con una de mis mulas, y nunca me sentí más aliviado que cuando vi que dejaba a su espalda a mis pobres refugiados invitados. Ese mismo día, la inteligencia notificado la detención de dos españoles


TRAICIÓN. 57


de rango dentro de las líneas españolas, y que habían pagado el castigo de su rebelión política con sus vidas, circunstancia que aumentó mi ansiedad por la seguridad de mis amigos.


A eso de las diez, me dirigí a su apartamento. La noche estaba tranquila y hermosa, y las olas rompían con fuerza perezosa contra la pequeña embarcación de abajo que sonaba en mi imaginación, como un canto fúnebre, inspirado por el profético espíritu del futuro. Una figura envuelta en capa oscura y sombrero de ala español, reclinado indolentemente a la espera de la partida, que había sido contratado para acompañarles. Hubo una pausa de profunda emoción, que encogía el corazón por esta partida, que miraba por última vez hacia la terraza de madera vieja, que parecía demasiado frágil para soportar incluso el peso de una forma delicada, que fue la primera en comenzar el camino. Un apretón de manos, un sollozo ahogado, un suspiro, y el pequeño barco, desplegó la ligera vela, avanzando hacia adelante a través de las aguas azules.

 

A mi llegada a Lesaca, la mañana siguiente, me encontré con que José me la había jugado,


58 GENERALES.


y desaparecido, no sólo para él, sino con parte de mi equipaje y mi mejor mula también. Yo podría haber soportado mis desgracias más filosóficamente, si no hubiera sido por la ansiedad que me producía su ausencia relacionándola con la huída de mis pobres amigos, y me dediqué a buscarlo en todas direcciones, pero sin resultado alguno. Nunca más lo vi después!

 

El objeto de mi marcha a Lesaca era volver a organizar las brigadas de municionamiento para el frente, ya que las numerosas acciones que habían tenido lugar con el enemigo, en particular las de los Pirineos, las habían casi agotado.


Del 25 de julio al 2 de agosto, los ejércitos beligerantes, con la excepción de la fuerza de bloqueo en San Sebastián, al mando del general Graham, había estado en constante movimiento, y en no menos de diez acciones habían peleado, y tal vez nunca hubo una prueba similar de la superioridad en el generalato que la que  montañosa de los Pirineos ofreció. Por un lado, la presencia personal en la dirección realizada por Soult, por el otro, el espíritu crítico, combinar con la presencia de Wellington.

 

EJÉRCITOS INGLÉS Y FRANCÉS. 59

(…)

60 SAN SEBASTIAN.


CAPÍTULO VII.


SE REANUDA EL ATAQUE A LA FORTALEZA DE SAN SEBASTIÁN

BOTES TRIPULADOS POR MUJERES

LOS PREPARATIVOS PARA EL ASALTO

LAS DEFENSAS

SANGRIENTA LUCHA Y TERRIBLE CARNICERÍA

VALENTÍA DE LAS TROPAS PORTUGUESAS

TERRIBLE EXPLOSIÓN

CAPTURA DE SAN SEBASTIÁN

MUERTE DE M’GUIRE, LIDER DE LOS FORLOW HOPE

RENDICIÓN DE LA GUARNICIÓN

 

Se dieron órdenes para la renovación del ataque a San Sebastián, y para el desembarque de las armas y tiendas, que por seguridad se había embarcado a bordo de los transportes en el puerto de Pasajes. Las armas de fuego usadas, habían cumplido con su deber de manera eficiente, y estaban en condiciones de comenzar de nuevo.

 

El vómito incesante de proyectiles destructivos


LAS MUJERES ESPAÑOLAS. 61


en el primer ataque a San Sebastián no sólo había provocado el metal se dilatara en las bocas de los cañones, ya que también habían ampliado los orificios de ventilación de los cañones, por lo que pocos de ellos eran del todo útiles. Nosotros, por lo tanto, esperábamos un tren fresco de asedio desde Inglaterra, que llegó el 20 de agosto, y también un abundante suministro de munición de pequeño calibre. Todo era una vez más bullicio, y expectación; grupos fatigados en las líneas, la artillería y la marina de guerra, ayudando en el desembarco, y la escena presentaba un interés y agitación, que ni los pintorescos barcos del país, que tenemos requisados, cubriendo las aguas azules del pequeño puerto, que servidos, como Paddy podría decir, por las mujeres españolas, cuyos expresivos rostros oscuros, largo cabello trenzado cayendo casi hasta los pies, y animados gestos, añadían un toque mágico a la imagen, que sin ella, sólo habría hablado de las turbulencias y el conflicto.

Durante la suspensión del estado de sitio, el gobernador de la fortaleza había mejorado las defensas y reparado las fortificaciones. Preparó nuevos obstáculos para los sitiadores habían sido colocados, y le habían llegado hombres


62.  PIEZAS DE ARTILLERÍA.


y municiones todos los días a partir desde Bayona, debido a que nuestra fuerza naval era insuficiente para evitarlo. Por nuestra parte, los preparativos para el previsto ataque, se llevaron a cabo con mucho más vigor que en durante el primero. Sesenta y tres bocas de fuego fueron plantadas en el lado derecho, y treinta y dos en la izquierda, haciendo un total de noventa y cinco piezas de artillería pesada, manejada por los artilleros de las baterías de campo, y bien abastecido de municiones. Así estaban las cosas hasta el día 23, cuando el fuego fue abierto por ambos lados, continuando sin la más mínima interrupción hasta el día 31.

Varias veces dentro de ese período, Lord Wellington visitó las baterías en persona, y por última vez el día 30, cuando después de haber examinado cuidadosamente el estado de la fortaleza, dio orden de que el asalto debía tener lugar a las once en punto de la siguiente mañana.

A pesar del deterioro de las defensas exteriores, y la apertura una nueva brecha, las ingeniosas invenciones de los sitiados, para frustrar a los agresores, eran formidables, como la segunda parte mostrará, que sólo podrían superar los


DEFENSAS. 63


los esfuerzos sobrehumanos que se realizaron en ese terrible asalto. Inmediatamente detrás de la brecha, una caída de seis metros era el único medio de entrar a la ciudad. Esta estaba defendida por un muro alto, aspillerado para fusilería, mientras que en los flancos de la cumbre de la brecha, estaban defendidos por tres líneas de traviesas, para impedir el acceso hacia la línea de unión de las murallas. Las minas estaban dispuestas para volar a los primeros aventureros que podrían lograr una posición firme. Varias piezas de artillería se ocultaban, dispuestas a enviar sus mortales cargas contra los asaltantes, y los cañones pesados ​​del Mirador fruncían el ceño sobre las columnas que avanzaban desde la trinchera de ataque. Desde una altura a la izquierda de la batería obuses, el general Graham miraba, tiempo durante el cual yo estuve con él, y por lo tanto, fui testigo ocular de todo el progreso del asalto.

Pasado algún tiempo de las once, fue cuando la forlow hope o esperanza desesperada, encabezada por el valiente McGuire, se precipitó bruscamente a la brecha. Pisándole los talones le seguían, como un torrente impetuoso, las principales columnas, bajo un fuego de disparos y metralla que


64 COMIENZA EL ATAQUE


llenó de montones de muertos y heridos la tierra. A medida que cada grupo caía, también lo hizo el siguiente, y otro más, corriendo con gritos terribles sobre los cuerpos de los muertos, ganando la cumbre de la brecha, y cayendo sin vida en ella, tan pronto como se ganaba, porque el terrible salto hacia abajo obstaculizaba el progreso, y los impetuosos asaltantes de las columnas, sólo podía aferrarse a las paredes desmoronadas, sin poder avanzar, hasta que la poderosa corriente de detrás, les empujaba a la violación, para morir.

Desde la posición en la que el general Graham estaba de pie, durante este tiempo de terrible ansiedad, las masas de nuestros valientes compañeros se veían subir por los fragmentos rotos de la brecha, y desaparecer un momento después para hacer sitio para futuras víctimas, y aún no se había realizado ningún progreso. La brecha y el camino hasta ella estaban llenos de montones de muertos, y hasta ese momento, su sangre había fluido valientemente en vano. De vez en cuando el ondear de la espada de un oficial, y los esfuerzos desesperados que siguieron, causaba un momentáneo destello de esperanza, que se veía verificado por el fuego, cada vez mayor, de los sitiados, para, de nuevo,


ST. SEBASTIAN. 65


cubrir los pies de la brecha con una capa fresca de muertos sin éxito.

Para reemplazar estas pérdidas, el general Leith, que dirigió el asalto, envió columnas frescas de hombres, en rápida sucesión,  pero cuando estos empujaban con vigor desde las trincheras, los cañones del Mirador rompían sus filas, incluso antes de que ganaran el pie de la brecha. Más de dos horas y media habían transcurrido con nuestros valientes soldados expuestos a esta carnicería terrible, infligida por el enemigo, con los que no tenían posibilidad de aferrarse.

En esta crisis, ha sido general la suposición de que Sir Thomas Graham dio instrucciones para que nuestras baterías abriesen fuego sobre las traviesas, que flanqueaban la gran brecha, y detrás de la cual se ocultaban los granaderos, cuya mortal fusilería tanto había contribuido a la destrucción de los sitiadores. Que tal medida se adoptó es cierto, pero también lo es que la sugerencia fue hecha en mi presencia, al general Graham, por el coronel Dickson, cuyo ojo experimentado, y el conocimiento de la precisión ejercidos por sus artilleros, le hizo prever las ventajas


  66 GENERAL GRAHAM.


que se derivaría de ella. En consecuencia, el fuego concentrado de cincuenta piezas de artillería pesada se volvió contra las defensas del enemigo.

Sería difícil, incluso imposible, describir el semblante severo del veterano Graham mientras miraba, triste, la destrucción de sus valientes tropas, pero incluso, por un momento se olvidaron de este detalle, ante el interés de una nueva posibilidad que en la escena se producía.

El sol brillaba con un resplandor que daba a las ardientes arenas, frente a las baterías, la apariencia de una alfombra de lentejuelas, cuando de repente surgió cerca una columna de soldados, vestidos con el uniforme oscuro de los portugueses.

Tiraron rápidamente hacia la derecha, y se abalanzaron hacia el río Urumea, justo delante de la batería del Mirador, mientras que un oficial, que precedía unos metros al resto, agitando su espada y animando a sus hombres, se sumergió en el río que los separaba de la pequeña brecha de la fortaleza.


Como si estuvieran paralizados por el audaz intento, los cañones del Mirador, y del Monte Urgull dejaron de


LAS TROPAS PORTUGUESAS. 67


disparar. Cuando el humo se despejó, todos los ojos se volvieron hacia el río, en el que, con el agua por encima de la cintura, se veían chapoteando, en orden de marcha cerrada, a un dedicado grupo.

Un momento de pausa siguió. ¡Ay! no fue más que un momento, porque el siguiente trajo un destello feroz desde el Mirador, seguido de un rugido terrible en las columnas, lo que demuestra claramente que la momentánea tregua, no era más que para asegurarse la puntería y asegurar la destrucción más mortal. La espuma blanca del Urumea bailaban en el aire, mientras una densa nube de humo negro rodeó la cabeza de la columna. Apenas se había disipado, inmediatamente, una segunda descarga, más terrible que la primera, cayó en medio de ellos. Un Oh! estalló involuntariamente de los labios del general Graham, mientras miraba los estragos asesinos que hizo en las filas de los valientes hombres. Todavía, sin embargo, los sobrevivientes empujaban hacia la orilla, y aunque asediados por un fuerte fuego de fusilería desde las murallas, el valiente mayor Snodgrass, y sus valientes seguidores portugueses, lograron ganar la brecha menor de la fortaleza.

 

68 TREMENDA EXPLOSIÓN.



Sin embargo, con los misiles alados de la muerte de los sitiados, con cada vez mayor intensidad, y sin tregua para llevar la destrucción a los sitiadores todo lo que la valentía humana podía hacer había sido ya intentada por nuestras tropas, y no habían ganado ni un centímetro de ventaja. En este momento de febril ansiedad e incertidumbre, una tremenda explosión, seguido por varias más, que hicieron temblar los cimientos de la tierra, de repente cambió el aspecto de las cosas. Un obús de nuestras baterías había golpeado a un almacén de municiones situado en la parte posterior de las barricadas, encendiendo una inmensa masa de material explosivo, etc. y lanzó por el aire a numerosos granaderos que estaban situados detrás de las barricadas para impedir la entrada de los asaltantes en la ciudad.

Estos seres desgraciados cayeron por todas partes por la fuerza de la explosión, piernas y brazos, cabezas y cuerpos sin cabeza, llovieron sobre las murallas, entre los hombres, que, gritando con gran alegría, corrieron con frenético entusiasmo para cada grieta que ofrecía la posibilidad de entrar, lo que demuestra lo mucho que el incidente había contribuido a renovar el ardor


CAIDA DE SAN SEBASTIÁN. 69


del ataque. El timbre de voz del valiente Coronel Hunt, conduciendo a sus héroes de la división de ligera, se escuchó en medio del fragor de la lucha y de la confusión del enemigo, que dejó abierto el camino hacia la victoria. Los asaltantes se precipitaron como un torrente impetuoso, por cada punto de entrada. Los franceses defendieron el terreno paso a paso, pero en vano. La fortaleza fue ganada, y las tropas británicas se desparramaron por la ciudad, siendo el único retiro que quedaba al enemigo la posición fortificada de Monte Urgull.

Así, después de un prolongado asedio, cayó la fortaleza de San Sebastián, dejando para que reflexionemos sobre la naturaleza caída más dolorosa, para que pensemos en los nobles hombres que derramaron su sangre en la valentía casi feroz que marcó ese asalto, o que pensemos en el torbellino de malas pasiones que marcaron los pasos de los vencedores después del asalto. De los primeros, hubo algunos, que nunca serán olvidados por aquellos que los conocían. Uno de los más destacados de estos fue el valiente McGuire. Su hermoso rostro, mientras yacía tendido en el sueño de la muerte, a los pies de la brecha, tenía



70 EL VALIENTE McGuire.



una dulce sonrisa, y una serenidad calma se extendió sobre él, que parecía decir: "He cambiado la sangrienta lucha del hombre por la paz del Cielo *!"

¿Quién puede olvidar a McGuire, quien dirigió la esperanza desesperada en San Sebastián?

Los Ingenieros se vieron seriamente afectados. El comandante en jefe, Sir Richard Fletcher, que había pasado por todos los campos de batalla de la Península, desde el año 1808, con la consideración y el aprecio de todos los hombres, cayó, con varios oficiales de su cuerpo, antes de la violación de San Sebastián.


Las plumas pueden hacer solamente una ligera descripción de las escenas que sucedieron a la toma de la fortaleza. Por todas partes, había montones de muertos y moribundos, mientras los gritos desesperados de los soldados enfurecidos y excitados, ya que se precipitaron por


* En la madrugada del asalto, McGuire fue visto vestido con cuidado inusual, como para alguna gran ocasión. Alguien le preguntó sobre eso, y él respondió: "Cuando vamos a comparecer ante todos nuestros viejos amigos, que no hemos visto desde hace muchos años, es normal querer aparecer tan bien como sea posible."


FRANCÉS GALANTE. 71


la ciudad para saciar sus reprimidos sentimientos de venganza contra todo lo que se encontraban en su camino, se mezclaban con el balanceo pesado de una terrible tormenta que soplaba desde las montañas. La naturaleza parecía, ella misma llorar, no sólo por la desaparición de algunos de los espíritus favoritos en ese día, sino por que habían sido arrancados por el demonio de la venganza de los corazones de los hombres.

Durante los ocho días siguientes de la caída de la ciudad, logró Rey, el valiente francés, y su fiel guarnición, resistir en sus últimas líneas restantes de defensa, pero la enfermedad, el hambre y la destrucción total de sus últimos baluartes, obligó a sus orgullosos espíritus doblegarse, y se entregaron como prisioneros de guerra, * y salieron con los honores de tales, el 9 de septiembre, desde una posición que habíamos necesitado nosotros dos meses para someterla.


* El oficial francés, cuya valiente exposición en los muros de la fortaleza, después del primer ataque, había logrado salvar a nuestros heridos del peligro de nuestras propias armas, fue liberado incondicionalmente por Lord Wellington.

 

72 RESULTADOS DE LA GUERRA.


En pocas horas, la quietud de la paz había reemplazado al estruendo de la guerra, pero no podían ser borrados los estragos del hombre, la ciudad estaba en llamas, los desdichados habitantes sin hogar y arruinados, mientras que más de una indefensa mujer, con el corazón angustiado o el cerebro enloquecido, daban testimonio de los resultados, aún, más horribles de la guerra.

(…)